El fracaso del siervo.


Tienen la mirada perdida, los brazos en jarra, se quedan quietos de cuclillas mientras otros saltan y se felicitan. Lloran y no lo disimulan. Es fácil reconocer a los jugadores que han perdido una final. Los intentan consolar pero no pueden porque hay pocas experiencias más duras en la vida de un ser humano que esforzarse y fracasar.

El fracaso actúa como un fantasma en la vida de todas las personas que inician algo. Coge forma de quiebra en aquel que empieza un negocio, de suspenso en aquel que estudia, de derrota en el equipo que entrena por la semana preparando el partido del sábado. Pero también formas más complejas y dolorosas como de divorcio en aquella pareja que está pensando en casarse.

Cuando nos convertimos en colaboradores de la obra de Dios podemos caer en el error de pensar que la victoria está ganada. Que si obedecemos a Dios todo nos vendrá de cara y éxito será parte de nuestro servicio. Pero ¿qué pasa cuando el fracaso llega? ¿Cuándo las personas a las que se suponen que tenemos que servir no son bendecidas o directamente rechazan nuestra labor? ¿Qué pasa cuando las iglesias se cierran, cuando ya no van niños a las escuelas dominicales porque sus padres piensan que pueden usar el tiempo en algo mejor, cuando a las reuniones viene menos gente, cuando los que asisten a las predicaciones llevan años escuchando la palabra de Dios pero no hay crecimiento en sus vidas?56bf6bd0ca06a_sport-1043190_640

En más de una ocasión he escuchado la frase “No existe el fracaso para el hijo de Dios” que suena muy bien, pero es una frase lapidaria que acaba dinamitando a aquellos que siendo hijos de Dios se sienten hundidos como Elías cuando llega al monte Horeb buscando la presencia de Dios. “He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida1 R. 19:10 Elías era uno de los responsables de hacer despertar al pueblo y está huyendo deprimido de Jezabel reconociendo que no es capaz de llevar a cabo la tarea.

Los profetas son un buen ejemplo de siervos obedientes que aparentemente no tuvieron el éxito que su tarea requería. Un claro ejemplo fue Jeremías.

Cuando el sacerdote Pasur, que era el oficial principal de la casa del Señor, oyó lo que Jeremías profetizaba, mandó que golpearan al profeta Jeremías y que lo colocaran en el cepo ubicado en la puerta alta de Benjamín, junto a la casa del Señor” Jr. 20:1-2

A pesar de hablar palabras directas de Dios, Jeremías fue rechazado por el pueblo hebreo, hasta el punto de reaccionar violentamente contra él. Pero el pueblo llano no fue el único que le volvió la espalda sino que hasta el propio sacerdote, el que se suponía líder espiritual del pueblo mandó que lo azotaran y luego lo pusieran en un cepo al lado del templo a modo de ejemplo para el resto de la sociedad.

El hombre que debía hablar palabras que despertaran al pueblo de anemia espiritual era puesto como ejemplo público de lo que le ocurría a la gente que iba contra los sacerdotes. El profeta elegido era ninguneado por todos y su mensaje se perdía en los oídos sordos de una sociedad que no quería oírle.

«¡Me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir! Fuiste más fuerte que yo, y me venciste. Todo el mundo se burla de mí; se ríen de mí todo el tiempo. Cada vez que hablo, es para gritar: “¡Violencia! ¡Violencia!” Por eso la palabra del Señor no deja de ser para mí un oprobio y una burla. Si digo: “No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre”, entonces su palabra en mi interior se vuelve un fuego ardiente que me cala hasta los huesos. He hecho todo lo posible por contenerla, pero ya no puedo más.» Jr. 20:7-9

El éxito del siervo de Dios no reside en el resultado que espera obtener, o que otros esperan que obtenga, sino en obedecer íntegramente las palabras de Dios. Jeremías puede sentirse humanamente fracasado y es cierto que a los ojos de los que le rodean es un profeta apaleado que no consigue que nadie le haga caso.

Pero a pesar de este supuesto fracaso nos describe cual es la verdadera pasión del siervo de Dios, la obediencia. Sea cual sea el resultado, un Jeremías hundido y deprimido reconoce que aunque quiere dejar su labor hay un fuego ardiente en su interior que le impide callarse, que le impide dar un paso atrás e ir a casa, que le impide dejarse vencer por la violencia y el rechazo.

Si decidimos ser colaboradores de Dios allá donde estemos, en nuestra casa, en nuestra iglesia, nuestro trabajo o en el instituto el fantasma del fracaso vendrá a visitarnos cada cierto tiempo en forma de rechazo de frutos que no llegan o incluso de violencia. Es en estos momentos donde nuestra mirada tiene que estar puesta en el éxito de la obediencia.

El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él. Jn. 14:23

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El amor, la manera de ser de un colaborador.


Empezamos hace un tiempo empezamos hablando sobre ser colabores de Dios en Su obra en la vida de otras personas lo cual es una decisión que debemos tomar, entre ser colaboradores y consumidores. Seguimos con un artículo acerca de la necesidad de prepararnos para ello y el precio que tenemos que pagar.

Ahora seguimos con el modo que debemos ejercer este servicio, el amor.

¿Preferiría un médico que le coja de la mano mientras

se muere o uno que le ignore mientras mejora?Dr. House

Esta frase define a uno de los personajes televisivos más carismáticos de lo que llevamos de siglo. Un medico que apasionado por resolver las misteriosas enfermedades pero que rechazaba cualquier contacto personal con sus pacientes. Ser tratado por el Dr. House era sinónimo de ser avergonzado, humillado, ignorado, pero al final del capítulo, en la mayoría de las ocasiones, ser salvado de una enfermedad mortal. Era la forma natural de actuar de este médico semana tras semana.

Todos tenemos una forma propia de hacer las cosas, que nos define. Una forma propia de comunicarnos, de organizarnos, de pensar, de enfadarnos y también de arreglarnos. Somos seres humanos y por lo cual diferentes los unos de los otros. Los más cercanos a nosotros son capaces de identificar estas que nos hacen seres únicos.

Los colaboradores de Dios también tienen una manera propia de comportarse, de ser. No 56ad5b66a1d35_castells-906393_1280es una manera original, porque no ha sido inventada por ellos mismo sino mandada por la persona que imitan.

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.Mt. 22:37-39

Cuando nos planteamos ser colaboradores de Dios en la vida de otras personas, sea cual sea el contexto, la manera de hacerlo es con amor. Porque este amor es la manera de hacer las cosas de Dios. Es Su manera. Sin amor podemos regañar a alguien pero con amor lo corregimos, sin amor podemos enseñar historias bíblicas a un grupo de niños pero con amor los educamos en los caminos de Dios. Sin amor un joven puede seguir las órdenes de sus padres pero con amor se deja guiar por ellos.

Este amor lo cambia todo. Dios nos pide este amor porque forma parte de lo que Dios es (1 Jn. 4:7-9). Dios ama y lo demuestra. Cuando hablamos del amor de Dios queremos decir que eternamente Dios se da a otros. Se entrega por otras personas, lo merezcan o no. Esta definición entiende el amor como entrega de sí mismo para beneficio de otros.

Una característica de este amor de Dios es que el amor de Dios es un amor puesto en práctica, no es un amor teórico que se queda en palabras, Dios no sólo ama, sino que ama y por eso actúa. Nunca veremos a Dios hablar de amor sin demostrarlo de alguna forma, sea proveyendo salvación, liberando a su pueblo, proveyéndoles una tierra que fluye leche y miel, dándoles reyes buenos a pesar de no querer que Dios gobernara sobre ellos. Dios demuestra amor por cada una de las acciones que vemos escritas en la Biblia.

Otra característica del amor de Dios es que Dios ama antes de esperar ser amado. En la sociedad egoísta en laque vivimos el amor sólo sirve si es correspondido, si me aman amo, a las personas que no corresponden a mi amor no estoy obligadas amarlas, y aquí no hablo del amor romántico sino de las personas que nos rodean. Puedo amar yo primero, pero si los que me rodean no corresponden a mi amor tengo el derecho de protegerme, de que no me hagan daño, pero Dios no es así, sino que su amor es total. Este amor de Dios no es un amor condicional, no podemos hacer nada para activarlo o pararlo, da igual las veces que pequemos Dios siempre va a amarnos para tener la oportunidad de arrepentirnos. Esto es así porque el amor de Dios no nace de los sentimientos, sino de la decisión de amar. Esa es la razón por la que el amor de Dios nunca falla, porque Dios no me ama por lo que yo hago o dejo de hacer sino porque antes de la fundación del mundo, antes de mi existencia ya decidió en su corazón amarme.

Este es el tipo de amor que debemos tener nosotros. Esto es lo que diferencia el amor de Dios del resto de los amores. No amamos por los sentimientos que nuestros hermanos nos transmiten, sino que amamos porque tomamos la decisión en nuestra vida de amar a nuestros hermanos y da igual cual sea su actitud, porque mi amor por ellos no depende de lo que ellos hagan bien o mal sino dependerá de mi actitud hacia ellos.

De esta manera el amor de los hermanos que sirven en el tiempo de alabanza no dependerá de las muchas o pocas personas que asistan. Ni el amor con que enseñe una profesora dependerá del valor que los padres le dan a la escuela dominical. Sino que el amor es la manera natural con que desde un principio he decidido usar mi vida para colaborar en la obra de Dios en la vida de los que nos rodean.

El precio del servicio.


Empezamos esta serie hablando sobre el llamado que todos tenemos de colaborar en la obra de Dios en la vida de los que nos rodean. Seguimos viendo que vivimos en una sociedad que nos enseña a centrarnos en nosotros y en nuestras necesidades hasta el punto de olvidarnos del que tenemos a nuestro lado. Pero para superar esa barrera es necesario estar dispuesto a hacer un sacrificio, a pagar un precio.

El precio para cada uno puede ser distinto. El precio para Clara, que es está yendo al cine con su amiga Sara, para sacarla un poco de casa después de la muerte de su madre, es renunciar a horas de estudio que necesita para las últimas asignaturas de su carrera. El precio que unos padres pagan para que sus dos hijos puedan estudiar la carrera que desean es hacer más horas extras en sus trabajos y pasar menos tiempo juntos. El precio que Jorge paga es robarle horas al sueño después de salir de trabajar para preparar los estudios que le da al pequeño grupo de jóvenes los viernes a la noche. No existe bendición sin sacrificio.

Si alguien quiere venir en pos de mí niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” Lc. 9:23

Jesús está hablando de su muerte y de que le es necesario pasar por ella y nos quiere enseñar que no hay nada más valioso para un siervo de Dios que cumplir con su mandato, aunque esto le lleve incluso a morir. La imagen que Jesús emplea aquí para ilustrar el acto de obedecerle y seguir sus mandamientos es la relación Maestro/Discípulo, muchos 56a3fa1834da6_puzzle-226743_640discípulos de Jesús le seguían literalmente tras él a lo largo de su ministerio. Ninguno lo hacía obligado, algunos por interés, pero a lo largo del ministerio de Jesús va dejando claro quienes lo seguían de una manera sincera y quienes no. Realmente lo que diferencia a uno y otro es lo que están dispuestos a dejar atrás, a renunciar. Porque para que puedan ser útiles, en las manos de Dios, para su obra van a tener que pagar un precio.

Esta es una idea que recorre la Biblia, la necesidad de que el siervo se sacrifique para que otra persona sea bendecida, lo vemos en una niña, sierva de Naamán (2 R. 5:1-5), que renuncia a ver morir al hombre que la ha esclavizado y decide enviarle a un profeta que puede salvarla, esta niña no salva la vida de su señor, pero si se va a convertir en vehículo de esta salvación de Dios a través de un consejo.

Vemos esta actitud en José (Gn. 45:4-8), el cual renuncia a ser vengativo con los hermanos que años antes lo vendieron como esclavo y engañaron a su padre para que pensaba que estaba muerto. José renuncia a su derecho a vengarse a favor de ser vehículo de la salvación de Dios en su familia.

Cuando cogemos esta idea y la transportamos a nuestro 2016 no nos es difícil ver esa negación en muchas de las personas que han trabajado en nuestras vidas, desde nuestros padres, pastores, maestros o simplemente hermanos que sin saberlo han sido buenos ejemplos. De la misma forma tenemos que saber que si queremos ser colaboradores de Dios en su obra, en medio de la generación que nos ha tocado vivir, vamos a tener que pagar un precio, que en el menor de los casos será sólo tiempo y algo de esfuerzo, pero que en ocasiones nos llevará a tener ganas de tirar la toalla.

Entonces ¿cuál es mi cruz? quizás la tuya sea ser el único miembro de tu familia que confía en Cristo y debes aguantar el menosprecio o directamente la oposición en favor de ser luz en esa familia. Quizás eres profesor/a de una escuela dominical donde los padres ni se preocupan de llevar a los niños a ella, no dándose cuenta de lo fundamental de enseñarles la Biblia a esa edad. Tu cruz es perseverar y no caer en la misma desidia que el resto y así ser vehículo de la bendición de Dios en la vida de esos niños. Quizás tu cruz es que se burlen en clase de ti por pensar que existe un único Dios y declararte su discípulo, que la sexualidad es algo que se debe vivir dentro del matrimonio o que abortar es matar un ser humano. Nunca olvides que tu eres, quizás, la única Biblia que algunos de ellos leerán.

Ser colabores de Dios en su obra tiene un precio que tenemos que estar dispuestos a pagar pero que queda reducido a nada cuando lo comparamos con el increíble valor de la bendición de Dios en la vida de los que nos rodean.

A todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él.”  1 Cor. 9:23-24

Preparados… listos…


Sentirse preparado es una de los pasos principales para hacer algo. ¿Te imaginas que cuando vayas a operarte el médico te dice que no se siente preparado para ello?¿O que el abogado que te defiende en un juicio dice que es la primera vez que hace esto? Nunca nos fiaríamos de alguien así.

Hasta ahora, en los dos artículos anteriores, hablábamos de teoría. Está muy bien querer ser colaborador de Dios en su obra como Pablo (1 Co. 3:5-9) o romper con los moldes que la sociedad nos impone y dejar atrás este estilo de vida pasivo-consumista y dar el paso para ver la iglesia como un lugar donde ser de bendición para otro. Son intenciones loables, pero lo difícil puede ser cuando nos planteamos pasar a la Legs of a young man runningpráctica. Cuando nos encontramos ante la oportunidad de servir y las dudas nos asaltan ¿Cómo me preparo para hacer esto? ¿Cómo se que estoy preparado para ser de bendición en la vida de los que me rodean? ¿Cómo saber lo que Dios quiere de mi?. Si quieres ser pastor o misionero seguro que conoces 3 o 4 lugares, seminarios o institutos bíblicos a los que ir. ¿Pero como estar preparado para usar mis dones para interceder por mis hermanos, para enseñar a otros, para ser de aliento en la vida de aquellos que están derrotados por las pruebas o liderar a otros para parecerse más a Cristo en el día a día de mi iglesia local?

Dudar de estar preparado es el primer paso. Todo el que sirva en una iglesia local sea cual sea el ministerio siempre habrá tropezado con esta pregunta al menos una vez y puede que varias.

Hay un personaje en la Biblia que también dudó si él sería capaz de hacer lo que Dios le pedía y colaborar en la liberación de su pueblo, él era Gedeón.

Jc. 6 Empieza con un clásico del libro de jueces “Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de Madián” entonces los israelitas cuando no pudieron más con esta opresión que estaban recibiendo “clamaron a Dios” (v. 7). Dios tuvo misericordia de ellos y levantó un juez que los liberara, Gedeón. Pero éste no estaba seguro de si podría y puso pegas “¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre” (v. 15). A pesar de las dudas iniciales el capítulo 7 de este libro nos acaba mostrando que este hombre con 300 soldados de Israel fueron capaces de derrotar a 120 000 madianitas. Esto ocurrió 700 años antes de que Leónidas y los suyos se levaran la fama. ¿Qué cambió? Pues que Gedeón se preparó para servir.

A través de su vida podemos aprender que para servir:

1. No esperes, trabaja e involúcrate: Dios envió a su ángel al encuentro de Gedeón y él ya estaba trabajando. Es más el saludo fue un “varón esforzado y valiente”. Gedeón sabía que Dios podía liberar al pueblo, pero mientras no llegó esa liberación él se puso a trabajar en lo que podía, recolectar comida antes del siguiente saqueo. No pienses que Dios te va llamar si estás sentado en el sillón de casa. Busca algo en lo que ayudar en tu iglesia local. Siempre hay algo en lo que podemos involucrarnos por muy pequeño que pienses que es (o que piensen los demás). Porque el contexto del trabajo es la mejor manera de saber los dones, cualidades y a lo que Dios nos llama en su obra.

2. Esfuérzate por conocer a Dios: En esta conversación que tuvo con el ángel, Gedeón demuestra que conocía la historia de Israel, conocía lo que Dios había echo con el pueblo. Eso no era algo que destacase en su generación Jc 2:10Se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel.” esto nos deja claro que esa generación no sólo no tenía una relación personal con Dios sino que es que no sabían nada de lo que Dios había echo por el pueblo hasta la entrada en Canaán. En cambio Gedeón sí, por eso puede confiar en Dios, porque lo conoce y sabe que ha hecho.

Es imposible que sepas lo que Dios quiere en tu vida o lo que te llame a hacer sino lees la Biblia y atienden en los estudios o predicaciones. ¿Por qué como saber lo que una persona quiere si no la conoces?

3. Tu haces, Él obra: Esto es algo que Dios mismo deja claro “¿No te envío yo?(v. 14) Gedeón sólo no podía defenderse, ni a su familia y menos a su nación sino ya lo hubiese echo. Sólo Dios puede, Gedeón será su brazo ejecutor pero la victoria es Dios, por eso cuando cuentan con Dios a favor el pueblo de Israel siempre vence, por que ellos pelean, pero Dios da la victoria. Cuando hacemos la voluntad de Dios el esfuerzo va por nuestra cuenta, pero el resultado no. Nuestra tarea es el hacer nuestra parte, pero es Dios el que finaliza la obra con todas las partes que sus colaboradores han hecho. Suyo es el resultado final. En la vida de un hijo de Dios muchas personas colaboran, sus padres, su familia, los profesores de la escuela dominical, pastores, etc… quizás alguno de ellos nunca haya visto el fruto que esa vida ha dado. Pero ha sido partícipe en ella, haciendo su parte en la obra de Dios en la vida de esa persona.

4. Rompe con el pecado y restaura tu relación con Dios: Una vez que Dios le ha convencido le va a pedir que destruya los ídolos que su familia tenía (Jc. 6:25-32) y reconstruya el alta de Dios. Esta es una representación externa de algo interno que tenía que ocurrir en la vida del pueblo.

En jueces uno de los pecados en que cayó el pueblo fue el politeísmo, adoraban a Jehová, pero también a Baal, Asera y a cualquier otro dios local que se les pusiera por delante. Si el pueblo quería volver a Dios esto tenía que cambiar. Debían romper con el pecado y restaurar su relación con Dios Hoy en día vivimos igual, con un pié en la iglesia y las cosas de Dios y el otro bien extendido hacia fuera en un lugar donde creemos que ni Dios ni el resto de la iglesia pueden vernos, porque nos cuesta renunciar a ciertos pecados que nos gustan. Pero para poder servir a Dios y ser útiles debemos destruir esos altares y reconstruir nuestra relación con Él.

Gedeón es sólo un ejemplo de los muchos que tiene la Biblia acerca de colaboradores de Dios como Moisés, José, Elías, Pablo, Pedro… Todos ellos tuvieron que prepararse para poder hacerlo. Así que… ¿Cómo te preparas tu para servir?

El precio del servicio.


Empezamos esta serie hablando sobre el llamado que todos tenemos de colaborar en la obra de Dios en la vida de los que nos rodean. Seguimos viendo que vivimos en una sociedad que nos enseña a centrarnos en nosotros y en nuestras necesidades hasta el punto de olvidarnos del que tenemos a nuestro lado. Pero para superar esa barrera es necesario estar dispuesto a hacer un sacrificio, a pagar un precio.

El precio para cada uno puede ser distinto. El precio para Clara, que es está yendo al cine con su amiga Sara, para sacarla un poco de casa después de la muerte de su madre, es 56a3fa1834da6_puzzle-226743_640renunciar a horas de estudio que necesita para las últimas asignaturas de su carrera. El precio que unos padres pagan para que sus dos hijos puedan estudiar la carrera que desean es hacer más horas extras en sus trabajos y pasar menos tiempo juntos. El precio que Jorge paga es robarle horas al sueño después de salir de trabajar para preparar los estudios que le da al pequeño grupo de jóvenes los viernes a la noche. No existe bendición sin sacrificio.

Si alguien quiere venir en pos de mí niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” Lc. 9:23

Jesús está hablando de su muerte y de que le es necesario pasar por ella y nos quiere enseñar que no hay nada más valioso para un siervo de Dios que cumplir con su mandato, aunque esto le lleve incluso a morir. La imagen que Jesús emplea aquí para ilustrar el acto de obedecerle y seguir sus mandamientos es la relación Maestro/Discípulo, muchos discípulos de Jesús le seguían literalmente tras él a lo largo de su ministerio. Ninguno lo hacía obligado, algunos por interés, pero a lo largo del ministerio de Jesús va dejando claro quienes lo seguían de una manera sincera y quienes no. Realmente lo que diferencia a uno y otro es lo que están dispuestos a dejar atrás, a renunciar. Porque para que puedan ser útiles, en las manos de Dios, para su obra van a tener que pagar un precio.

Esta es una idea que recorre la Biblia, la necesidad de que el siervo se sacrifique para que otra persona sea bendecida, lo vemos en una niña, sierva de Naamán (2 R. 5:1-5), que renuncia a ver morir al hombre que la ha esclavizado y decide enviarle a un profeta que puede salvarla, esta niña no salva la vida de su señor, pero si se va a convertir en vehículo de esta salvación de Dios a través de un consejo.

Vemos esta actitud en José (Gn. 45:4-8), el cual renuncia a ser vengativo con los hermanos que años antes lo vendieron como esclavo y engañaron a su padre para que pensaba que estaba muerto. José renuncia a su derecho a vengarse a favor de ser vehículo de la salvación de Dios en su familia.

Cuando cogemos esta idea y la transportamos a nuestro 2016 no nos es difícil ver esa negación en muchas de las personas que han trabajado en nuestras vidas, desde nuestros padres, pastores, maestros o simplemente hermanos que sin saberlo han sido buenos ejemplos. De la misma forma tenemos que saber que si queremos ser colaboradores de Dios en su obra, en medio de la generación que nos ha tocado vivir, vamos a tener que pagar un precio, que en el menor de los casos será sólo tiempo y algo de esfuerzo, pero que en ocasiones nos llevará a tener ganas de tirar la toalla.

Entonces ¿cuál es mi cruz? quizás la tuya sea ser el único miembro de tu familia que confía en Cristo y debes aguantar el menosprecio o directamente la oposición en favor de ser luz en esa familia. Quizás eres profesor/a de una escuela dominical donde los padres ni se preocupan de llevar a los niños a ella, no dándose cuenta de lo fundamental de enseñarles la Biblia a esa edad. Tu cruz es perseverar y no caer en la misma desidia que el resto y así ser vehículo de la bendición de Dios en la vida de esos niños. Quizás tu cruz es que se burlen en clase de ti por pensar que existe un único Dios y declararte su discípulo, que la sexualidad es algo que se debe vivir dentro del matrimonio o que abortar es matar un ser humano. Nunca olvides que tu eres, quizás, la única Biblia que algunos de ellos leerán.

Ser colabores de Dios en su obra tiene un precio que tenemos que estar dispuestos a pagar pero que queda reducido a nada cuando lo comparamos con el increíble valor de la bendición de Dios en la vida de los que nos rodean.

A todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él.”  1 Cor. 9:23-24

¿Consumidores o colaboradores?

¿Consumidores o colaboradores?

Después de la llamada de Norman Foster, de la que os hablé en el artículo anterior, repasé los emails que me había enviado. Había un poco de todo, de su biografía, de su época universitaria en Manchester, de cómo fundó Team 4, o sobre sus primeros edificios. Pero de todos ellos hubo uno que me llamó la atención. Realmente sólo fue una frase al final de uno de los últimos que me recibí, donde explicaba que antes de construir cada edificio necesitaba estudiar a las personas que iban a utilizarlo, ponerse en su lugar, en resumen adelantarse a sus necesidades y diseñar pensando en ellos, aunque esto le implicase renunciar a alguna de sus ideas iniciales. Me acababa diciendo que para colaborar en una obra como aquella tenía que cambiar mi punto de vista.

Todo cambio implica hacer algo que antes no se hacía. Una de las cosas más necesitamos si queremos convertirnos en colaboradores de la obra de Dios es hacer un cambio de mentalidad, del lugar donde enfocamos nuestra vida.

Vivimos en una sociedad que nos enseña a centrarnos en nosotros y en nuestras necesidades hasta el punto de olvidarnos del que tenemos a nuestro lado. Ante lo cual reaccionamos convirtiéndonos en 56637597e929e_smartphone-407108_640consumidores de todo lo que es ofertado delante nuestra. No tenemos más que sentarnos, abrir nuestros sentidos y probar aquello que nos ha sido vendido. En resumen somos consumidores.

Tengo la sensación que muchos jóvenes se acercan a sus iglesias locales con esta misma actitud. Consumen iglesia de la misma forma que se consume cine, videojuegos o música, siendo meros espectadores-clientes de algo que es puesto delante de ellos, sin que tengan nada más que hacer que fijar los ojos y algo de atención. Valorando lo que se hace bajo el mismo criterio que las clases del instituto. Sin ninguna conexión con el ente vivo que se supone que tiene que ser la iglesia. Si las actividades de la iglesia gustan, asisten, si no gustan, no. Así que el abanico de reuniones, cultos, células, grupos pequeños, congresos, retiros campamentos y demás etc… se han convertido en una selección ante las cuales sólo asistiré a aquellas que me satisfagan. Ante el resto pondré una excusa, cuando no meramente una mueca.

Es muy fácil sacar balones fuera de las congregaciones y echarles la culpa a los chavales o a ese saco de excusas que llamamos el mundo. Pero me pregunto si este no ha sido un comportamiento que se ha alentado desde la propia iglesia, porque realmente es mucho más fácil dar a una persona, sobre todo a un joven, lo que quiere en vez de lo que necesita. Así que intentamos competir contra toda esa sociedad de entretenimiento con más entretenimiento ¿y sabéis? nosotros no molamos tanto, no. Musicalmente no somos tan buenos, nuestras reuniones de jóvenes no son mejores que las buenas fiestas a las que cualquier joven accede pagando 5€ de entrada en una discoteca, decir que vas a la iglesia nunca despertará la admiración del grupo de amigos de clase ni el lunes a primera hora te preguntarán que tal la resaca post-culto. ¡Pero es que tampoco lo necesitamos!.

No necesitamos competir con nada porque la Iglesia tiene algo único que puede llenar la vida de esos jóvenes y eso es Cristo y su obra. Nada de lo que existe fuera de Dios puede satisfacer, enriquecer, y dar sentido a la vida de una persona como Él lo hace. Ni ninguna otra relación entre personas de distintos lugares, razas, ideologías y edades puede compararse a lo que la Iglesia de Cristo significa.

Hasta aquí lo fácil, señalar lo que va mal. Ahora viene lo difícil ¿Cómo lo hacemos?. Para suerte de los cristianos Dios nos ha dejado un manual de cómo debemos vivir la vida, así que tiremos de él.

Mr. 6:34Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.” Jesús está en pleno apogeo de su ministerio, la gente se agolpa y persigue para escucharlo. Además los 12 habían venido de su misión (Mr. 6:7-13) y Jesús decide apartarse de las multitudes e ir a descansar con sus discípulos. Pero no puede, literalmente lo persiguen, de la misma manera que a una estrella de rock, la gente se agolpa, acosa, grita, ¡tan sólo para poder verle y oírle! ante esto Jesús podría haberse centrado en él y decir “Eh! ya está bien, tengo derecho a mi intimidad y disfrutar de mi vida, que tengo 30 años, dejadme con mis amigos”, pero lo que salió de su corazón no fue un sentimiento hacia él mismo sino hacia aquellas personas “tuvo compasión de ellas”. Su compasión no se quedó en un sentimiento interno sino que se remangó y se puso a trabajar en la vida de esas personas “comenzó a enseñarles muchas cosas”, se dio cuenta de lo que necesitaba ser construido en aquellas vidas, cogió los planos de su padre y edificó. Esto ocurrió hasta que se hizo tarde y antes de que se fueran volvió a pensar en ellos, les alimentó físicamente (v. 41). La pregunta surge ¿Quién pensó en Jesús? la respuesta es sencilla, nadie. Ni él mismo, pensó en los demás, en lo que necesitaban, no en lo que querían y colaboró con su padre para dárselo.

Este es el cambio de mentalidad que necesitamos, dejar de ver la iglesia como un lugar donde ir y empezar a pensar en ella como un lugar donde ser servidos y servir, donde crecer y ayudar a crecer a otros bajo los planos de un Dios que nos permite ser colaboradores en su obra, su edificio.

Dios va a repetir hasta 40 veces en el N.T. lo que quiere para su pueblo y lo hace a través de una frase “los unos a los otros”. La iglesia es el lugar donde necesito amar y ser amado (Jn. 13:34), edificar y ser edificado (Ro. 14:19), confortar y ser confortado (1 Ts. 4:18), orar por otro y que oren por mí (Stg. 5:16), llevar las cargas de otros y que me ayuden a llevar las mías (Gá. 6:2), aceptar y ser aceptado (Ro. 15:7). Para colaborar en la obra del mejor arquitecto necesitas dejar de pensar en ti y empezar a pensar en las necesidades de los que necesitan ser edificados.

¿Estás dispuesto a dejar de consumir iglesia y empezar a colaborar en la edificación?  

Colaboradores.


Hoy me ha llamado Norman Foster. Sí, a mi también me ha sorprendido. En un primer momento pensé que era una broma, un poco rara, pero una broma. Luego me explicó que llevaba varias semanas enviándome emails. Cuando abrí el correo estaban todos en la carpeta de spam, pero sí, eran suyos, así que no tuve más remedio que creerle.

Me llamaba desde Singapur, donde está diseñando un nuevo edificio y quería pedirme que colaborara con él. Le dije que no tengo ni idea de arquitectura y mis gustos en decoración son dudosos, cualquiera que me conozca lo confirmará. Pero me tranquilizó, me dijo que yo sólo tenía que seguir los planos que él me daría, no quería nada mío en el edificio, sólo que yo me encargará de rematar una parte de su edificio.565a06e050d2e_blueprint-964629_640

Me cambié el teléfono de oreja y carraspeé, supongo que tendría prisa así le dije que me lo pensaría y que le llamaría más tarde. Craso error, no sabéis lo caras que son las llamadas a Singapur.

Seguro que estáis pensando, que tío con suerte, poder participar en la construcción de una obra de arte útil como es un edificio, además con el que es, probablemente, el mejor arquitecto de la actualidad. Esto podría abrirme muchas puertas en el futuro. Imaginaos lo bien que me quedaría en mi currículum.

Pero os voy a ser sinceros, no es ni de lejos la mejor oferta que he tenido para colaborar con alguien importante en una obra importante, y quizás aquí viene la sorpresa, tú has recibido, igual que yo, una oferta para trabajar con la persona más importante en la obra más importante, igual no te has enterado porque te ha entrado en spam, pero tranquilo, la oferta sigue en pie.

1 Co. 3:5-9 En Corinto se produjo algo que la iglesia lleva arrastrando dos mil años, el creernos mejores cristianos que nuestros hermanos. De esta disputa surgieron las primeras denominaciones, los seguidores de Pablo y los de Apolos además otros que decían ser seguidores de Cristo. Pablo les va a parar los pies en seco para recalcarles cual es la verdadera posición que tanto él como Apolos tienen y no se declaran pastores, apóstoles o supercristianos, sino que se denominan colaboradores.

No hace falta ser un experto para saber qué significa colaborador: el compañero en la formación de alguna obra. Cuando Pablo observaba su vida no se veía a sí mismo como un hombre con un cargo, sino como una herramienta, que junto con otras, como Apolos, servía para trabajar en la vida de los corintios, una obra que no era suya: “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios” (v.9).

Cuando obedecemos la voluntad de Dios y usamos los dones que Dios nos da para trabajar en la vida de los que nos rodean estamos colaborando en la obra de Dios en la vida de esa persona. Esto es algo que se ve más fácilmente al meditar en nuestra vida y ver como Dios ha usado a personas concretas a través de sus dones para bendecir nuestra vida. Quizás haya sido una profesora de la escuela dominical, quizá tus padres, o una conversación profunda en un momento de crisis con una persona más madura que te ayudó a aferrarte a Dios incluso en los momentos más difíciles, en todas esas ocasiones era Dios trabajando en tu vida a través de un hijo suyo que decidió ser colaborador de Dios en su obra.

La colaboración o el servicio es un reto en la vida de cualquier hijo de Dios, porque es un llamado que todos recibimos, pero se convierte en un auténtico desafío en la vida de un joven. Porque vivimos en una sociedad que nos ha acostumbrado a ser receptores y clientes pasivos en todos los aspectos de la vida, en el estudio, en el ocio, en las relaciones incluso en la familia. Pero el servicio, el ser útiles en la vida de los que nos rodean, implica dar un paso adelante y comprometerse con Dios y con Su obra, implica tiempo que hay que quitar de otras cosas legítimas, implica esfuerzo ya que ningún edificio se levantó si él, implica lágrimas cuando pensamos que la obra nos supera o que nuestras limitaciones hacen que el edificio no se vea tan perfecto como pone en los planos. Pero ante cualquier dificultad tenemos un ejemplo que nos reta a responder a la llamada “no he venido para ser servido, sino para servirMt. 20:28.

A través de los siguientes artículos iremos viendo distintos aspectos del servicio en nuestra vida, acerca de la importancia de cambiar nuestra mentalidad, del precio del servicio, del fracaso y del éxito.

La oferta de Dios sigue en pie ¿qué vas a responder?

Soledad


Quinto y último artículo de la serie sobre la amistad y las relaciones en la adolescencia que he escrito para Protestante Digital podéis seguir la serie aquí.

Empezamos esta serie con cuatro artículos sobre la importancia de la amistad, así como la necesidad de cuidar de nuestras relaciones. Porque aquello que no cuidamos acabará muriendo. Eran artículos que giraban bajo la premisa de la existencia de la amistad. Este último artículo gira bajo otra premisa distinta, bajo una opción temida, la no existencia de la amistad.

Quizás sea porque nos hemos mudado con una nueva ciudad o que por circunstancias de la vida en este momento no tengamos ninguna relación que merezca el nombre de amistad. Es una opción no buscada pero que puede ser real en un mundo donde la conexión entre las personas ha sido elevada exponencial mente con las redes sociales. Pero a pesar de que estas nos den la sensación de que mantenemos contacto con más gente la verdad es que las amistades verdaderas siguen siendo las mismas. Las redes sociales nos hacen conocer más la vida de las personas, pero no realmente conocer a las personas detrás de esa vida.

Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.” Mt. 26:56

Estando entre nosotros Jesús tuvo que soportar el rechazo y el abandono de múltiples formas: la incomprensión de su familia (Mr. 3:21), acusaciones falsas (Lc. 23:5) e intentos de asesinato (Lc. 4:29). Pero uno de los más recordados y que probablemente ha marcado más la vida de los 12 fue la soledad con que Jesús tuvo que enfrentar la cruz. Hacía pocas horas once aguerridos y fanfarrones hombres prometieron, bajo la voz de Pedro, ir hasta la muerte por defender a Jesús, pero cuando llega la hora de la verdad huyen. Mateo enfatiza el drama con un “dejándole” que suena a soledad absoluta.

Cuando nos sentimos solos podemos caer en el error de sentirnos fracasados. Porque vivimos en una sociedad donde lo que nos define son elementos externos, en este caso el éxito social, el ser atractivo para los que nos rodean. Ser seguido. Guiándonos por este canon en el camino a la cruz lo que vemos a un fracasado, que anunciaba un reino y que acabará siendo ejecutado, un perdedor que salvó a muchos pero que nadie está a su lado cuando llega el momento del sufrimiento.

Pero el éxito de Jesús no está en el concepto que los demás tenían de él, sino en un elemento interno. “estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruzFil. 2:8 el triunfo de Jesús fue algo interno, obediencia a su Padre. Porque lo que le definía era la relación con su Padre. A lo largo de su ministerio lo recalca en muchas ocasiones que el viene a obedecer y dar gloria a su Padre, que está dispuesto a tomar la copa si es la voluntad de su Padre.

De la misma forma lo que nos define a los hijos de Dios no son elementos externos como el número de amigos o lo importante que seamos entre ellos, sino nuestra relación con nuestro Padre.

Podemos pensar que esto suena “muy espiritual” pero que esta totalmente alejado de una realidad donde nos encontramos solos y los que considerábamos nuestros amigos no se interesan por nosotros. Una realidad donde los fines de semana nos lo pasamos en casa porque no tenemos ninguna relación con nadie fuera de las que establecemos en el instituto, universidad o trabajo en horario laboral. Pero es muy importante que tengamos claro que lo que valemos o lo que somos no está definido por las circunstancias que estemos pasando en ese momento sino en el valor que Dios nos da.

Aunque mi padre y mi madre me dejaran. Con todo, Jehová me recogerá.” Sal. 27:10

Nuestro Padre es un progenitor protector y cuidadoso que tiene el control de todas las cosas de la vida de sus hijos. Dios sabe la importancia de la amistad y de las relaciones por eso nos creo seres sociales y relacionales. Pero por encima de todo tiene un plan soberano en nuestra vida que debemos cumplir.

Por eso incluso en los momento de mayor soledad cuando nos sentimos y perdidos podemos ver hacia fuera y no ver a nadie a nuestro lado, quizás como el hombre con la corona de espinas vemos huir a los que hace poco nos prometían amistad eterna o podemos ver hacia dentro y oír las palabras que nuestro Padre nos dice.

Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.” Is. 43:1

Porque nuestro Padre es quién nos define.

Buenos amigos.


Cuarto artículo de la serie sobre la amistad y las relaciones en la adolescencia que he escrito para Protestante Digital podéis seguir la serie aquí.

La adolescencia y la juventud son épocas donde experimentamos muchas experiencias por primera vez, pero también empezamos a ver otras con nuevos ojos. Quizás son elementos que ya conocemos pero que aprendemos a gestionar. Aprendemos a escoger lo que comemos, a gestionar nuestra propia economía, a vestirnos la ropa que nos gusta o nos define y aprendemos a relacionarnos. No hablo de la capacidad para hacer amigos sino más bien a la capacidad de elegir buenas y sanas relaciones, saber escoger a nuestros amigos y quizás algo que se nos escapa, saber ser un buen amigo. Porque la amistad acaba siendo la relación básica de la cual parte cualquier otro tipo de relación del ser humano. Si no sabemos ser buenos amigos, difícilmente sabremos ser buena pareja, o tener una buena relación dentro del matrimonio. Si no sabemos ser buenos amigos difícil será nuestra relación con nuestros futuros hijos adolescentes. Y es en la época de la adolescencia donde a base del aprendizaje crecemos hasta convertirnos en las personas que acabamos siendo.

Si poco común es escoger a nuestros amigos, menos común es que nos enseñen a ser buenos amigos. El mundo en que vivimos nos enseña a defendernos de las malas influencias de las “frutas podridas” que pueden pegarse a nosotros y dañarnos, pero ¿qué hay de nuestra responsabilidad en la amistad que tenemos?

            Cultivar la amistad es una de las mayores experiencias de la vida nos ayuda a elegir las personas, a conocerlas, a aprender, a conversar, a saber apoyar en situaciones complicadas, a recibir apoyo.

Esto puede parecernos un tema menor, pero cuando vamos a la Biblia a buscar lo que ella tiene que decirnos acerca de la amistad la mayoría de los textos apelan a nuestra responsabilidad en ella, no al supuesto beneficio que debemos recibir, lo cual nos indica que en la amistad hay que trabajar más que esperar frutos.

El amigo ama en todo momento; en tiempos de angustia es como un hermano.”  (Prv. 17:17)

Ante todo hay una característica que se impone, el amor. El amor es la cualidad básica sin la cual no podemos ejercer otras en nuestra amistad. Un amor que se manifiesta en los momentos de angustia, hasta el punto que hacer crecer la relación hasta convertirla en casi un vínculo de sangre.

Amar es un sacrificio, es renunciar a centrarse en uno mismo para centrarse en otro y no habrá amistad sin amor. Es fácil amar en la calma cuando todo está bien y no hay problemas, pero nuestros amigos son seres humanos, tienen tormentas y problemas y es en ese momento donde si queremos ser buenos amigos tendremos que dar el paso de convertirnos en hermanos, personas que ante cualquier circunstancia están unidas por un vínculo indisoluble.

Jn. 13:1 Jesús se acerca a la cruz y ante este tiempo de angustia que se acerca toma una resolución “amar a los suyos hasta el fin” Jesús decide amar a los suyos hasta la última consecuencia. Decide amar a un grupo de personas donde sabía que había uno que le traicionaría y donde los otros 11 huirían en momento que Él más lo necesitara.

El justo sabe guiar a su prójimo; el impío le hace perder el camino.” (Prv. 12:26)

Proverbios también nos habla de las influencias. En muchas ocasiones son nuestros propios padres quienes nos aconsejan sobre la influencia que recibimos de los rodean. Pero llegado el momento también debemos plantearnos ¿Qué tipo de influencia soy yo para los demás? ¿Qué aporto en sus vidas?. Si queremos ser buenos amigos necesitamos influenciar de manera positiva en la vida de los que nos rodean.

La influencia es algo que destaca mucho más en negro que el blanco. La historia está llena de personas que con su influencia arrastraron a otros al abismos. La propia Biblia nos enseña la importancia de la influencia (Nm. 13) cuando los 12 espías regresaron de inspeccionar la tierra prometida por Dios Caleb anima al pueblo a reclamar la promesa de Dios de echar a todos los pueblos cananitas de la tierra prometida, pero 10 hombres de los que subieron con él “hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido” el resultado de estos comentarios fue la muerte en el desierto de toda la generación que había salido de Egipto.

Nuestra influencia en la vida de los que nos rodean pueden marcar la diferencia en sus decisiones, las decisiones marcarán la diferencia en su vida.

El que perdona el pecado, busca afecto; el que lo divulga, aleja al amigo.” (Prv. 17:9)

Son incontables las amistades rotas que dividen a amigos para siempre, sobre todo en la época de la adolescencia donde todo los que nos pasa se vive de una manera más emocional, parece que las amistades, amores y odio son para siempre. Pero por muy profunda que sea la herida el perdón acaba convirtiéndose en la única vía para la cura

(Gn.32) Jacob huye de su suegro Labán y decide irse a la tierra de su hermano Esaú. El problemas es que la última vez que se habían visto Jacob había engañado a su padre para robarle la primogenitura a Esaú y éste había prometido matarlo en cuanto su padre muriera.

Han pasado los años y Jacob se ve en la necesidad de encontrarse con su hermano, pero como es lógico tiene miedo de la reacción de Esaú. Para apaciguarlo idea un plan, manda a siervos delante de él con regalos para su hermano y así piensa que cuando él llegue de último su humor sería otro.

Llega el momento de la verdad y Esaú y Jacob están cara a cara y la reacción no es la que Jacob esperaba Gn. 33:4Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron”. El perdón restaura la relación de dos hermanos que se odiaron hasta la muerte.

La amistad es una responsabilidad, requerirá trabajo y esfuerzo, amar en momentos difíciles y perdonar a personas que nos han herido muy hondo. Pero sólo así llegaremos a ser personas que influencian en aquellos que le rodean y son capaces de bendecir a otros a través de la amistad.

Amistad.


Segundo artículo de la serie sobre la amistad y las relaciones en la adolescencia que he escrito para Protestante Digital podéis seguir la serie aquí.

Las amistades nacen por la casualidad, quizás por nacer en la misma familia, quizás por compartir un hobbie, un campamento, una misma clase durante un curso. Son circunstancias que se nos escapan y que hacen que conozcamos a personas concretas en un mundo inundado de personas anónimas. Pero aunque el nacimiento sea fortuito su crecimiento y desarrollo son algo en lo que nos debemos esforzar.

Vivimos en una sociedad que no espera, donde todo lo que queremos lo queremos ya hecho, solemos querer la meta acortando lo máximo posible el camino como si fuera un lastre que nos hiciera llegar tarde a nuestro objetivo. Queremos comida sin tener que prepararla, queremos estar delgados en diez días, queremos conocer una pareja para toda la vida a través de un portal de internet que nos seleccione las que se ajusten a nuestro perfil. Pero cualquiera de estos objetivos, más bien diríamos que cualquier meta es imposible sin un camino que nos lleve a ella y aprender la importancia del camino nos hará llegar a metas que realmente valgan la pena.

La amistad es una meta que todos buscamos alcanzar, sobre todo en la juventud los amigos juegan un papel trascendental en nuestra percepción del mundo. Son agentes de experimentación, donde aprendemos a relacionarnos fuera de nuestro círculo familiar, con ellos aprendemos a ser independientes y sociables. Su falta es una señal de que algo no funciona en la vida de una persona. Pero como veíamos la semana pasada, las relaciones son algo vivo y la amistad es algo que necesitamos cuidar para que de fruto.

 “Dijo David: ¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia por amor de Jonatán?

(2 S. 9:1)

             David y Jonatán se nos muestra como el sempiterno ejemplo de la amistad en la Biblia. Una amistad que perdura por encima de la muerte de estos. David y Jonatán se conocen por casualidad, porque Saúl no quiere dejar ir a casa a ese héroe nacional en que se ha convertido David tras matar a Goliat (1 S. 18). Pero no fue una amistad fácil, pocas lo son cuando te quiere matar el padre de tu amigo. Estos dos guerreros supieron esforzarse por tener una relación de amistad sana que fuera de bendición para los dos por encima de un rey esquizofrénico. Su historia nos enseña algunos principios que nos pueden ayudar a fortalecer nuestra amistad.

  1. No esconder los sentimientos (1 S. 18:3): Se aman y lo comparten mutuamente. Este texto no quiere mostrar otra cosa que un amor fraternal más propio de hermanos que de amigos. No se puede amar en secreto y si queremos que una relación de amistad sincera dure no debemos avergonzarnos de decir de vez en cuando que queremos a nuestros amigos. Vivimos en una sociedad donde el amor está sobresexualizado y parece que único tipo de amor que se puede dar es el de la familia y la pareja, no hay hueco para otro tipo de amor. Pero no tendremos amistades sinceras sin un amor que se muestra.
  2. Pensar en el otro antes que en uno mismo (1 S. 19:4-5): Los celos llevan a Saúl a querer matar a David. Jonatán está entre la espada y la pared, entre ponerse del lado de su padre y rey de Israel o la de su amigo. En este momento trascendental el pensar en uno mismo podría hacer que Jonatán se pusiera del lado de su padre, en el fondo matar a David le asentaría a él como futuro rey de Israel, a Jonatán le convenía. Pero ante la injustificada persecución de su Padre Jonatán no se esconde sino que defiende en lo que puede a su amigo. Una amistad sana se muestra en el amor cristiano, anteponer las necesidades de otros antes que las nuestras.
  3. Llorar juntos (1 S. 20:41): No es el echo de llorar lo que importa sino lo dispuesto que están a abrir sus corazones para que salga lo que en ellos hay. David y Jonatán no tenían una relación banal donde hablaban sobre los últimos cotilleos del reino, sino que tenían una relación sincera y madura donde dos hombres adultos podía abrir su corazón hasta llorar cuando lo necesitan. La superficialidad no es más que una carcasa, una capa externa que nos permite defendernos de que los demás vean nuestra verdadera realidad. La verdadera amistad no se esconde detrás de una imagen de cómo queremos que nos vean sino que muestra lo que verdaderamente somos, porque sabe que se abre ante una persona que nos ama y que nos cuidará.
  4. Una amistad que no se olvida (2 Sam. 9:1): Jonatán muere en Gilboa con su familia, pero su amistad vive con David y cuando éste logra asentarse en el trono hace memoria de su amigo e intenta ayudar a uno de sus hijos. No es la necesidad de Mefi-boset, ni el gusto por hacer un bien a un necesitado sino el amor por su amigo. Puede que su relación personal ya no exista, pero su amor por él vive por encima de que puedan estar juntos o no.

La amistad de David y Jonatán brilla en la Biblia como una de las historias más bonitas. Su belleza no radica en la facilidad o la falta de problemas sino en como dos aguerridos guerreros fueron capaces de mantener una amistad fiel en mitad de cualquier dificultad.

David y Jonatán es el ejemplo de cómo mantener viva una amistad a pesar de la más oscura de las tormentas.