Existe una corriente de pensamiento, que quizás es mayoritaria en la sociedad occidental actual, que dice que aceptarse a uno mismo y a los demás con sus ideas y formas de vida es algo imprescindible a la hora de desarrollar una autoestima equilibrada y por ende funcionar en la sociedad de una manera responsable. Las personas que no se aceptan a sí mismas son consideradas por demás individuos como personas intolerantes o arcaicas, como provenientes de otro mundo.
Es curioso que ante esta idea de la aceptación tan generalizada en la sociedad de hoy en día Jesús planteo otra distinta, pero indispensable, en la Palabra de Dios.
“Si alguien quiere venir en pos de mí nieguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” Lc. 9:24
La imagen que Jesús emplea aquí para ilustrar el acto de obedecerle y seguir sus mandamientos en la relación Maestro/Discípulo, muchos discípulos de Jesús le seguían literalmente tras él a lo largo de su ministerio. Ninguno de los discípulos seguía a Jesús obligado, algunos lo hacían por interés, pero a lo largo del ministerio de Jesús va dejando claro quienes lo seguían de corazón y quienes no.
Negarse nos habla en un principio de voluntariedad Jesús no obliga a nadie a seguirle y nadie puede ser obligado a tomar una cruz si no quiere hacerlo. Desde el huerto del Edén los hombres hemos tenido libertad de decisión acerca de Dios, podemos elegir obedecerle o no. Dios en su gran misericordia nunca ha dejado al hombre sin la libertad de la elección. De la misma forma ni la familia, ni la iglesia pueden obligar a nadie a seguir a Cristo.
Pero esta decisión voluntaria implica otra acción a realizar, que es la “negarse a sí mismo” Aquél que se niega a sí mismo abandona toda confianza en lo que uno es por naturaleza, y depende únicamente de Dios. Negarse nos habla de renunciar a nuestros propios intereses y ambiciones, metas e ideas, todas ellas legítimas para ponerlas todas a pies de Cristo. Tenemos una definición perfecta de esta negación en Flp. 3:7-11 Pablo considera todo como pérdida por amor a Cristo, estimar todo como pérdida no es que menospreciemos lo que tenemos o lo que logremos alcanzar, sino que demos el primer lugar a Dios.
Después de negarnos a nosotros mismos debemos tomar nuestra cruz. La idea es la de un condenado llevando su propia cruz al lugar de ejecución. Sin embargo, lo que el condenado hace por obligación el discípulo de Cristo lo hace de buena gana. Voluntaria y decididamente acepta el dolor, la vergüenza y la persecución que va a ser su porción particular debido a su lealtad a Cristo. Un chico toma su cruz cuando, sabiendo que lo que le esperan son burlas y menosprecio, reconoce delante de sus compañeros de clase que él ama a Cristo, un misionero toma su cruz cuando a sabiendas de que pueden matarlo decide ir a predicar a un grupo étnico sin alcanzar una familia toma su cruz cuando acepta que uno de sus hijos parta a otro país a trabajar en la obra de Dios y no lo lleva con rencor sino con agradecimiento y con amor.
Finalmente, debe comenzar a seguir a Jesús y perseverar en ello. Ser discípulo no es un trabajo en el cual entrar a una hora y sales para irte a casa a estar con tu familia, ser discípulo es una vida. No hay horarios, los seguidores de Cristo lo son las 24 horas del día.
Y este es el panorama que les pinta Jesús a los que quieren seguirle, la verdad es que como plan de marquetin igual no es muy bueno, sígueme y renuncia a todo lo que eres, sígueme y ganarás vergüenza y puede que te persigan, no es algo que la sociedad esté dispuesta a aceptar de buenas a primeras, ni era algo dispuesto a ser aceptado por los conciudadanos de Jesús.
El que no cedió el primer lugar: Mr. 10:17-31.
Negarse a sí mismo implicaba ceder el lugar de más importancia en la vida de este hombre, que era el dinero y dárselo a Dios. Jesús le da en el talón de Aquiles a este hombre. Evidentemente Jesús no está diciendo que todas los ricos deban vender todas sus riquezas y dárselas a los pobres, no se lo pidió a Abraham, por ejemplo, ni a Job, pero sí estaba pidiendo algo que le pidió a Abraham y a Job y eso es el primer lugar en la vida. Cuando Dios le pide a Abraham que sacrifique su único hijo, realmente le estaba pidiendo que demostrara que era los más importante es su vida, obedecer a Dios o su hijo.
Cuando Satanás se presenta ante Dios por la vida de Job la discusión es esa “Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.” Jb. 1:11. Pero vemos como a pesar de todo Job no blasfema contra Dios ni deja de respetarle.
¿Le damos a Dios el primer ligar en nuestra vida? ¿si Dios nos pidiera sacrificar cualquier cosa en nuestra vida lo haríamos? Pueden ser posesiones materiales como el el caso de este joven o de Job, puede ser otra persona como el caso de Abraham, puede ser nuestro trabajo, nuestra iglesia. No pensemos que todo lo que intente usurparle a Dios el primer puesto van a ser cosas malas, todo lo contrario suelen ser las buenas, las que le damos mayor importancia, pero seguir a Cristo es tenerlas por pérdida.
El que dio largas al llamado: Mt. 8:21-22.
Hay personas que siempre van dando largas a Dios. En este caso podemos pensar que fue cruel que Jesús no dejara a este hombre ir a enterrar a su padre, pero es que su padre no estaba muerto. La frase “ir a enterrar a mi padre” realmente quiere decir esperar a que mi padre muera. Probablemente porque tenía el deber de cuidarlo en su vejez o porque esperaba que su padre no aceptara ese estilo de vida, entonces prefería no darle el disgusto o no dejarlo solo y cuando se viera libre esta tarea pues seguiría a Jesús. Y aquí vemos otra realidad que puede ocurrir en nuestra vida y es la de darle largas a Dios. Muchos jóvenes sienten el llamado de Dios pero creen que son jóvenes y quieren disfrutar de la vida y prefieren dejar las cosas de la iglesia y de Dios para cuando sean mayores y ahí poder dedicarse en pleno o cuando una pareja es joven dice que no puede dedicarle tiempo a las cosas de Dios y deja de congregarse porque tiene derecho a disfrutar de su familia.
Los que ‘lo dejaron todo‘: Lc. 5:1-11.
Por el contrario aquí vemos a unos pescadores que siguen incondicionalmente a Jesús. Un grupo de cuatro hombres que al escuchar a Jesús y ver sus obras decidieron dejar todo, familia, trabajo, el respeto de sus vecinos, por seguirlo. Andrés, Pedro, Juan y Jacobo no eran niños, eran hombres con familias tenían muchas excusas para no ir con Jesús, pero decidieron dejar todo en un segundo plano. Unos pocos versículos delante vemos como Mateo fue llamado de la misma forma, y no hubo miradas atrás, no dudaron, no quisieron arreglar las cosas antes, sino que siguieron a Cristo y estos hombre junto a otros 7 más cambiaron el mundo. No fue que supieran más que el joven rico, no fue que se esforzarán más que el que quería enterrar a su padre antes, fue el poder de Dios a través de vidas que le dieron el primer lugar. Y por el echo de renunciar a lo que tenían les fue dado más de lo que esperaban “Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.” Mt. 19:29 Este versículo no nos habla de premio que obtenemos o paga sino de eterno cuidado. Dios siempre suplirá la vida de los que le siguen y si seguirle implica pérdida de familia Dios suplirá esa pérdida de una manera increíble.
Conclusión:
Ser cristiano va ligado a seguir a Cristo y seguir a Cristo va ligado a negarnos a nosotros mismo y a tomar nuestra cruz todos los días. Cojamos a nuestras ideas personales, nuestras ambiciones, nuestros sueños, planes e ilusiones y pongámoslas a los pies de Cristo. Puede que los discípulos antes de seguir a Jesús tuvieran ambiciones o sueños o planes para sus familias pero lo dejaron todo para seguir y obedecer a Cristo. Y pasaron de ser pescadores a ser pescadores de hombres, a cambiar la historia.
No se puede ser discípulos de Jesús si seguimos otras cosas, si la primera prioridad son otras cosas, por muy buenas y legítimas que sean. Que Cristo y su obra sean lo primero en nuestras vidas siempre Amen.