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¿Qué significa ser cristiano? V: Amor por la obra de Cristo
Empezamos serie sobre que significa ser cristianos en Mt. 28 donde veíamos que Jesús reunió a sus discípulos en una montaña de Galilea y allí les dio un mandato “Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones” (v. 19). Veíamos la diferencia entre identificarnos como cristianos a hacerlo como discípulos. Jesús nunca llamó a la gente a hacerse cristiana en el sentido de apuntarse a una religión como si dijeras “Si vienes a estos lugares y cumples con estos ritos serás salvo”. Sino que el llamado es a ser discípulos, personas que le sigan, le obedezcan y quieran vivir como Él vivió.
Hoy vamos a plantearnos que significa ser cristiano en el ámbito de la iglesia local. Qué relación tengo que tener con otros que dicen ser cristianos.
El texto que mejor define nuestra relación con nuestros hermanos es 1 Corintios 13. Que aunque es un texto muy usado en las bodas realmente no habla del amor romántico sino del amor que tenemos que tener los unos por lo otros en el cuerpo de Cristo.
Antes de amar tenemos que saber que debemos amar. Debemos plantearnos una pregunta previa ¿Qué es la iglesia?. El término se usa tanto para una comunidad local de creyentes (1 Co 1:2) como para todos los creyentes considerados como una asociación colectiva del pueblo de Dios (Ef 1:22–23). Se usan varias metáforas para describir la iglesia, siendo la más prominente el Cuerpo de Cristo. Tanto aquí como en la totalidad de la enseñanza del N.T., el énfasis está en la unión espiritual de la iglesia con Cristo el Señor de la iglesia y la de los creyentes entre sí. (Ef. 2:19-22)
Cuando Cristo nos salva no lo hace para que vivamos como seres aislados unos de otros sino que es necesario que nos juntemos con otros creyentes porque es a través de ellos que Dios trabaja en nuestras vidas y nos permite crecer. (1 Cor. 12:7-23) cada uno somos parte del cuerpo y nos necesitamos y nos necesitan. Esto implica que tengo que vivir mi relación con la iglesia como algo activo siendo de bendición y siendo bendecido por mis hermanos. No existe los lobos solitarios en el reino de Dios sino las ovejas que dependen unas de otras como un rebaño dirigido por el buen pastor.
Esto es el plan de Cristo “según le agradó” (1 Co. 12:18) el plan de Cristo es su iglesia y si somos personas que creemos en Cristo y que queremos obedecer sus mandamientos debemos ser personas comprometidas con amar a su iglesia.
El amor es el modo de ser del cristiano. Todo lo hace, sea lo que sea, tiene que ser con amor. Amor hacia Dios primeramente y en segundo lugar amor al prójimo. Estamos en esta segunda parte.
Lo primero que Pablo explica en este capítulo 13 es la importancia del amor (v. 1-3): y lo hace a través de 4 contraposiciones lo que viene a decir que si alabara a Dios de la mejor manera posible, que si enseñase con todo el poder de Dios, si tuviese una fe que mueve montañas y hasta fuera el hombre para caritativo del mundo pero no hubiese amor en eso que hace no vale para nada sería como un metal que resuena, hace ruido pero ya está, nada es ni nada provecha. Tenemos que entender lo que está diciendo aquí. No está diciendo que debemos quedarnos con el amor y rechazar el resto. Debemos alabar a Dios con nuestra vida, debemos enseñar, a todos, a nuestros hijos, a un hermano que sepa menos, en la escuela dominical o en la iglesia. No debemos dejar de tener fe ni ser caritativos. Lo que explica es que todo lo que hagamos debemos hacerlo con amor.
Los siguiente que explica el autor es como es este amor (v. 4-7): lo hace a través de una descripción de aquello que es y que no es.
El amor es: paciente, bondadoso, creyente, tiene esperanza, lo soporta todo,
El amor no es: envidioso, jactancioso, no es arrogante, no es indecoroso, no es egoista, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no es injusto.
Si nos fijamos no está definiendo al amor sino a la persona que ama, o que dice amar. Si decimos que amamos a nuestros hermanos no puede ser que seamos envidiosos con ellos, arrogantes, indecorosos o egoístas. Sino que tenemos que ser pacientes y bondadosos, tener esperanza, soportar y no tener en cuenta el mal de nuestros hermanos.
La conclusión, el porqué de todo esto es porque el amor dura para siempre (v. 8-13): Directamente el amor nunca deja de ser. Los dones, todo lo que podamos hacer aquí en la tierra terminará ¿por qué? Porque cuando estemos en el cielo la fe no hará falta, la enseñanza tampoco porque conoceremos a Dios cara a cara. Cuando venga lo imperfecto, o sea cuando estemos delante de Dios sin pecado lo imperfecto acabará, el conocimiento imperfecto, la fe imperfecta todo esto acabará.
La conclusión es sencilla el amor es la manera de ser en el reino de Dios y por ello aquella persona que dice ser discípulo de Cristo debe amar a Cristo y a su obra que es la iglesia sirviendo a sus hermanos en amor. Hagamos lo que hagamos debemos hacerlo con amor porque sino quedará en nada, no valdrá para nada. Si queremos ser discípulos que crean, se bauticen y sean obedientes a la Palabra de Dios debemos ser discípulos que amen la obra de Cristo que es la iglesia.
Conciencia social.
“Ciertamente David, después de servir a su propia generación conforme al propósito de Dios, murió, fue sepultado con sus antepasados, y su cuerpo sufrió la corrupción.” Hc. 13:36
El rey David fue muchas cosas: Rey, músico, poeta, fugitivo, mejor amigo, adúltero, asesino… una lista que podemos hacer todo lo larga que queramos, sobre todo porque tenemos 2 libros en la Biblia contándonos su vida (1 y 2 Samuel). Pero tenemos que esperar 1200 años para leer esta afirmación en el libro de Hechos. “… sirvió a su propia generación…”, que nos trae una faceta de la cual no estamos muy habituados a hablar sobre David, su conciencia social.
“Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres.” 1 Sam. 22:2
David no fue por las ciudades reclutando un ejercito sino que cuando estaba escondido el ejército vino a él. Y estos no es que precisamente fueran la flor y nata del país, sino los marginados. ¿Porque? entre otras cosas, porque después de estar amenazado de muerte por Saúl, el rey, él pasó a ser un marginado más, pero también porque la sociedad sabía que al lado de David nadie quedaba fuera, nadie era echado, sino que todos eran acogidos bajo su protección y bajo su liderazgo. David no sólo les secó las lágrimas, les dio también una razón por la que luchar y esforzarse.
Muchas veces esperamos que en nuestras iglesias se llenen de gente sana, o sea, de gente que no traiga problemas, gente que emocional, espiritual y económicamente estén en una situación como la del resto de la congregación. Queremos ahorrarnos la incomodidad que puede producir una persona que vive en la calle y que probablemente no se ha duchado en semanas sentado en nuestros bancos el domingo a la mañana, en el que todos vamos tan guapos. Queremos ahorrarnos el mal trago de una iglesia con gente llena de deudas y la problemática que eso lleva. Pero nos olvidamos que Jesús trajo el evangelio para los enfermos los sanos (los que se creen sanos) no necesitan ayuda.
“Quédate conmigo, no temas; quien buscare mi vida, buscará también la tuya; pues conmigo estarás a salvo.” 1 Sam. 22:23
David servía su generación porque se preocupaba de las personas por encima de su interés personal, ¿a donde iba un fugitivo del rey, con una panda de hipotecados y marginados?.
Nuestras iglesias deberían ser como el ejercito de David, un lugar de cura, para las vidas rotas, para darles un sentido, una labor, para que todos colaboren juntos en un proyecto común. Para protegerlos y ayudarlos. Aunque eso nos produzca momentos de incomodidad, y de desengaño.
Nuestras iglesias deberían ser lugares que sirvieran a su propia generación.
Realidades y necesidades.
El egoísmo es un conocido mal que tiene la peculiaridad de convertirnos en convenientemente ciegos y convenientemente sordos.
En ocasiones podemos caer en el error de sólo ayudar sólo por interés, puede que muy evangelístico y santo, pero interés y en el momento que la persona no muestra disposición a escucharnos o entendernos lo dejamos de lado. Pero Jesús siempre mostró un interés real y genuino en hacer que la vida de los que le rodeaban mejorase, aunque lo siguiente que pasara fuera que lo rechazaran.
Aquila y Priscila
Las buenas obras.
