Primera entrevista para protestante digital sobre la amistad.
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Soledad
Quinto y último artículo de la serie sobre la amistad y las relaciones en la adolescencia que he escrito para Protestante Digital podéis seguir la serie aquí.
Empezamos esta serie con cuatro artículos sobre la importancia de la amistad, así como la necesidad de cuidar de nuestras relaciones. Porque aquello que no cuidamos acabará muriendo. Eran artículos que giraban bajo la premisa de la existencia de la amistad. Este último artículo gira bajo otra premisa distinta, bajo una opción temida, la no existencia de la amistad.
Quizás sea porque nos hemos mudado con una nueva ciudad o que por circunstancias de la vida en este momento no tengamos ninguna relación que merezca el nombre de amistad. Es una opción no buscada pero que puede ser real en un mundo donde la conexión entre las personas ha sido elevada exponencial mente con las redes sociales. Pero a pesar de que estas nos den la sensación de que mantenemos contacto con más gente la verdad es que las amistades verdaderas siguen siendo las mismas. Las redes sociales nos hacen conocer más la vida de las personas, pero no realmente conocer a las personas detrás de esa vida.
“Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.” Mt. 26:56
Estando entre nosotros Jesús tuvo que soportar el rechazo y el abandono de múltiples formas: la incomprensión de su familia (Mr. 3:21), acusaciones falsas (Lc. 23:5) e intentos de asesinato (Lc. 4:29). Pero uno de los más recordados y que probablemente ha marcado más la vida de los 12 fue la soledad con que Jesús tuvo que enfrentar la cruz. Hacía pocas horas once aguerridos y fanfarrones hombres prometieron, bajo la voz de Pedro, ir hasta la muerte por defender a Jesús, pero cuando llega la hora de la verdad huyen. Mateo enfatiza el drama con un “dejándole” que suena a soledad absoluta.
Cuando nos sentimos solos podemos caer en el error de sentirnos fracasados. Porque vivimos en una sociedad donde lo que nos define son elementos externos, en este caso el éxito social, el ser atractivo para los que nos rodean. Ser seguido. Guiándonos por este canon en el camino a la cruz lo que vemos a un fracasado, que anunciaba un reino y que acabará siendo ejecutado, un perdedor que salvó a muchos pero que nadie está a su lado cuando llega el momento del sufrimiento.
Pero el éxito de Jesús no está en el concepto que los demás tenían de él, sino en un elemento interno. “estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” Fil. 2:8 el triunfo de Jesús fue algo interno, obediencia a su Padre. Porque lo que le definía era la relación con su Padre. A lo largo de su ministerio lo recalca en muchas ocasiones que el viene a obedecer y dar gloria a su Padre, que está dispuesto a tomar la copa si es la voluntad de su Padre.
De la misma forma lo que nos define a los hijos de Dios no son elementos externos como el número de amigos o lo importante que seamos entre ellos, sino nuestra relación con nuestro Padre.
Podemos pensar que esto suena “muy espiritual” pero que esta totalmente alejado de una realidad donde nos encontramos solos y los que considerábamos nuestros amigos no se interesan por nosotros. Una realidad donde los fines de semana nos lo pasamos en casa porque no tenemos ninguna relación con nadie fuera de las que establecemos en el instituto, universidad o trabajo en horario laboral. Pero es muy importante que tengamos claro que lo que valemos o lo que somos no está definido por las circunstancias que estemos pasando en ese momento sino en el valor que Dios nos da.
“Aunque mi padre y mi madre me dejaran. Con todo, Jehová me recogerá.” Sal. 27:10
Nuestro Padre es un progenitor protector y cuidadoso que tiene el control de todas las cosas de la vida de sus hijos. Dios sabe la importancia de la amistad y de las relaciones por eso nos creo seres sociales y relacionales. Pero por encima de todo tiene un plan soberano en nuestra vida que debemos cumplir.
Por eso incluso en los momento de mayor soledad cuando nos sentimos y perdidos podemos ver hacia fuera y no ver a nadie a nuestro lado, quizás como el hombre con la corona de espinas vemos huir a los que hace poco nos prometían amistad eterna o podemos ver hacia dentro y oír las palabras que nuestro Padre nos dice.
“Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.” Is. 43:1
Porque nuestro Padre es quién nos define.
Buenos amigos.
Cuarto artículo de la serie sobre la amistad y las relaciones en la adolescencia que he escrito para Protestante Digital podéis seguir la serie aquí.
La adolescencia y la juventud son épocas donde experimentamos muchas experiencias por primera vez, pero también empezamos a ver otras con nuevos ojos. Quizás son elementos que ya conocemos pero que aprendemos a gestionar. Aprendemos a escoger lo que comemos, a gestionar nuestra propia economía, a vestirnos la ropa que nos gusta o nos define y aprendemos a relacionarnos. No hablo de la capacidad para hacer amigos sino más bien a la capacidad de elegir buenas y sanas relaciones, saber escoger a nuestros amigos y quizás algo que se nos escapa, saber ser un buen amigo. Porque la amistad acaba siendo la relación básica de la cual parte cualquier otro tipo de relación del ser humano. Si no sabemos ser buenos amigos, difícilmente sabremos ser buena pareja, o tener una buena relación dentro del matrimonio. Si no sabemos ser buenos amigos difícil será nuestra relación con nuestros futuros hijos adolescentes. Y es en la época de la adolescencia donde a base del aprendizaje crecemos hasta convertirnos en las personas que acabamos siendo.
Si poco común es escoger a nuestros amigos, menos común es que nos enseñen a ser buenos amigos. El mundo en que vivimos nos enseña a defendernos de las malas influencias de las “frutas podridas” que pueden pegarse a nosotros y dañarnos, pero ¿qué hay de nuestra responsabilidad en la amistad que tenemos?
Cultivar la amistad es una de las mayores experiencias de la vida nos ayuda a elegir las personas, a conocerlas, a aprender, a conversar, a saber apoyar en situaciones complicadas, a recibir apoyo.
Esto puede parecernos un tema menor, pero cuando vamos a la Biblia a buscar lo que ella tiene que decirnos acerca de la amistad la mayoría de los textos apelan a nuestra responsabilidad en ella, no al supuesto beneficio que debemos recibir, lo cual nos indica que en la amistad hay que trabajar más que esperar frutos.
“El amigo ama en todo momento; en tiempos de angustia es como un hermano.” (Prv. 17:17)
Ante todo hay una característica que se impone, el amor. El amor es la cualidad básica sin la cual no podemos ejercer otras en nuestra amistad. Un amor que se manifiesta en los momentos de angustia, hasta el punto que hacer crecer la relación hasta convertirla en casi un vínculo de sangre.
Amar es un sacrificio, es renunciar a centrarse en uno mismo para centrarse en otro y no habrá amistad sin amor. Es fácil amar en la calma cuando todo está bien y no hay problemas, pero nuestros amigos son seres humanos, tienen tormentas y problemas y es en ese momento donde si queremos ser buenos amigos tendremos que dar el paso de convertirnos en hermanos, personas que ante cualquier circunstancia están unidas por un vínculo indisoluble.
Jn. 13:1 Jesús se acerca a la cruz y ante este tiempo de angustia que se acerca toma una resolución “amar a los suyos hasta el fin” Jesús decide amar a los suyos hasta la última consecuencia. Decide amar a un grupo de personas donde sabía que había uno que le traicionaría y donde los otros 11 huirían en momento que Él más lo necesitara.
“El justo sabe guiar a su prójimo; el impío le hace perder el camino.” (Prv. 12:26)
Proverbios también nos habla de las influencias. En muchas ocasiones son nuestros propios padres quienes nos aconsejan sobre la influencia que recibimos de los rodean. Pero llegado el momento también debemos plantearnos ¿Qué tipo de influencia soy yo para los demás? ¿Qué aporto en sus vidas?. Si queremos ser buenos amigos necesitamos influenciar de manera positiva en la vida de los que nos rodean.
La influencia es algo que destaca mucho más en negro que el blanco. La historia está llena de personas que con su influencia arrastraron a otros al abismos. La propia Biblia nos enseña la importancia de la influencia (Nm. 13) cuando los 12 espías regresaron de inspeccionar la tierra prometida por Dios Caleb anima al pueblo a reclamar la promesa de Dios de echar a todos los pueblos cananitas de la tierra prometida, pero 10 hombres de los que subieron con él “hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido” el resultado de estos comentarios fue la muerte en el desierto de toda la generación que había salido de Egipto.
Nuestra influencia en la vida de los que nos rodean pueden marcar la diferencia en sus decisiones, las decisiones marcarán la diferencia en su vida.
“El que perdona el pecado, busca afecto; el que lo divulga, aleja al amigo.” (Prv. 17:9)
Son incontables las amistades rotas que dividen a amigos para siempre, sobre todo en la época de la adolescencia donde todo los que nos pasa se vive de una manera más emocional, parece que las amistades, amores y odio son para siempre. Pero por muy profunda que sea la herida el perdón acaba convirtiéndose en la única vía para la cura
(Gn.32) Jacob huye de su suegro Labán y decide irse a la tierra de su hermano Esaú. El problemas es que la última vez que se habían visto Jacob había engañado a su padre para robarle la primogenitura a Esaú y éste había prometido matarlo en cuanto su padre muriera.
Han pasado los años y Jacob se ve en la necesidad de encontrarse con su hermano, pero como es lógico tiene miedo de la reacción de Esaú. Para apaciguarlo idea un plan, manda a siervos delante de él con regalos para su hermano y así piensa que cuando él llegue de último su humor sería otro.
Llega el momento de la verdad y Esaú y Jacob están cara a cara y la reacción no es la que Jacob esperaba Gn. 33:4 “Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron”. El perdón restaura la relación de dos hermanos que se odiaron hasta la muerte.
La amistad es una responsabilidad, requerirá trabajo y esfuerzo, amar en momentos difíciles y perdonar a personas que nos han herido muy hondo. Pero sólo así llegaremos a ser personas que influencian en aquellos que le rodean y son capaces de bendecir a otros a través de la amistad.
Elección.
Tercer artículo de la serie sobre la amistad y las relaciones en la adolescencia que he escrito para Protestante Digital podéis seguir la serie aquí.
Los Amish no llegan a medio millón de personas, pero son una de las comunidades más conocidas en el mundo. Los hemos visto en documentales o películas como Único Testigo protagonizada por Harrison Ford.
Entre muchas de las peculiaridades que tienen los pertenecientes a esta comunidad hay una que me ha llamado la atención desde la primera vez que la oí. Es su concepción del mundo, para los Amish solo hay dos tipos personas, ellos y los ingleses (todas las personas no Amish). Evidentemente para dividir, lo bueno (lo Amish) de lo malo (lo ingles, el resto del mundo). Esto que nos puede parecer sectario y retrógrado, sólo posible en una sociedad tan aislada como son los Amish, pero si lo pensamos detenidamente ocurre también en nuestras iglesias, donde fingimos proteger a nuestros hijos y jóvenes a través del mismo silogismo, no le llamamos Los ingleses, le llamamos “El mundo”.
Esta “teología de la burbuja” es una manera cómoda que solemos usar para intentar algo totalmente legítimo y positivo que es proteger a nuestros hijos de las influencias negativas que amigos con una visión de vida no cristiana puedan tener en ellos. Pero aunque el objetivo es legítimo y bueno el medio es un error colosal.
Nos gusta porque es cómoda, no necesitamos argumentar, ¿cómo dudar que e El Mundo es malo?, no necesitamos enseñar ni formar, sino solamente decir “aquellos son malos, no te juntes con ellos, tú con los tuyos, que son los buenos.”
La Biblia usa otro método para ayudarnos a elegir a las personas con quién debemos rodearnos, lo hace mediante la enseñanza, mediante la formación. Formar a una persona no es decirle cual es el camino bueno y cual el malo sino cargarla de las herramientas necesarias para él tome la decisión de escoger el camino correcto.
Empezamos esta serie sobre las relaciones de los jóvenes hablando a cerca de la necesidad de mantener relaciones sanas y del precio de la amistad. Ahora continuamos con una de las partes más trascendentales, la elección de los amigos y de las personas que nos rodean. Para lo cual la Biblia se convierte en un cuadro de herramientas para todo aquel que quiera trabajar en su vida. Algunas de ellas, por ejemplo…
Quien se junta con sabios, sabio se vuelve; quien se junta con necios, acaba mal. (Prv 13:20)
Esta sabiduría no se refiere a inteligencia sino que lleva enraizado una idea práctica. Se trata de que nos relacionemos con personas que se esfuerzan por tomar buenas decisiones en su vida. La Biblia nos muestra ejemplos de personas que acabaron mal por malas decisión de los que le rodeaban por ejemplo el hijo de Salomón, Roboam, quién en un momento de tensión nacional y ante la petición legítima de un pueblo que estaba sobrecargado, por los impuestos que había puesto su padre, decidió hacer caso del consejo de los jóvenes y aumentar la presión sobre el pueblo en vez del consejo de los ancianos de hacer caso a la reclamación de sus súbditos (1 R. 12:1-16) lo cual precipitó la ruptura del reino de Israel y el comienzo de la etapa conocida como el reino dividido.
En el caso contrario tenemos a la reina Éster la cual a través de los buenos consejos de Mardoqueo es capaz de llegar a ser la reina que salve a su pueblo del exterminio.
Saber rodearnos de personas sabias nos hará partícipes de los beneficios de sus decisiones.
No tengas nada que ver con gente violenta, ni te hagas amigo de gente agresiva, para que no imites su conducta y tú mismo te tiendas una trampa. (Prv. 22:24-25)
La conducta de las personas que nos rodean también juega un papel importante a la hora de saber si debemos relacionarnos con ellos. La agresividad que en la esfera del ser humano puede manifestarse de múltiples formas, verbal, psicológica o físicamente, debe ser una de las señales que debemos tener en cuenta. Porque imitarla nos lleva a tendernos una trampa a nosotros mismos.
Saúl es un ejemplo de un hombre violento en todas las facetas de su vida, lo es como padre acusando a su hijo de estar confabulado con David, lo es como rey intentado matar a David por miedo a perder su trono o asesinando a los sacerdotes de Nob (1 S. 22) en esta vida de violencia arrastra a su propia familia que acaba muriendo en plena batalla con él en el monte Gilboa (1 Cr. 10). Porque La violencia, tarde o temprano, se vuelve contra el que la practica.
“No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.” 1 Co. 15:33
Otro punto que tenemos que tener en cuenta a la hora de nuestra elección son los temas de conversación. Es algo que descuidamos, no le damos importancia pero Jesús mismo dice que es lo que nos contamina Mt. 15:11 “lo que sale de la boca, esto contamina al hombre”. Lo que hablamos es lo que nos alimenta. Alimenta nuestros pensamiento, ya que lo condiciona, alimenta nuestras emociones, nuestro humor, nuestra predisposición ante otras personas. De la misma forma que no comemos cualquier cosa en cualquier ocasión, sino que las personas que quieren estar sanas controlan lo que comen así mismo debemos controlar lo que hablamos y escuchamos. Por eso elegir con que personas nos rodeamos condicionará los temas de conversación que saldrán de nuestra boca y hará que nos alimentemos correctamente
La Biblia esta llena de herramientas que esperan ser usadas en nuestra vida y relaciones, no están ahí por casualidad sino que Dios las puso porque quiere ayudarnos a elegir bien de quién nos rodeamos.
Elegir lleva asociado la necesidad de observar y reflexionar, dos verbos que suenan a lastre para poder vivir esta época de la vida. Pero que nos ayudan a elegir con que personas vamos a vivirla y nos ayudarán a definir cómo vamos a vivirla.
Amistad.
Segundo artículo de la serie sobre la amistad y las relaciones en la adolescencia que he escrito para Protestante Digital podéis seguir la serie aquí.
Las amistades nacen por la casualidad, quizás por nacer en la misma familia, quizás por compartir un hobbie, un campamento, una misma clase durante un curso. Son circunstancias que se nos escapan y que hacen que conozcamos a personas concretas en un mundo inundado de personas anónimas. Pero aunque el nacimiento sea fortuito su crecimiento y desarrollo son algo en lo que nos debemos esforzar.
Vivimos en una sociedad que no espera, donde todo lo que queremos lo queremos ya hecho, solemos querer la meta acortando lo máximo posible el camino como si fuera un lastre que nos hiciera llegar tarde a nuestro objetivo. Queremos comida sin tener que prepararla, queremos estar delgados en diez días, queremos conocer una pareja para toda la vida a través de un portal de internet que nos seleccione las que se ajusten a nuestro perfil. Pero cualquiera de estos objetivos, más bien diríamos que cualquier meta es imposible sin un camino que nos lleve a ella y aprender la importancia del camino nos hará llegar a metas que realmente valgan la pena.
La amistad es una meta que todos buscamos alcanzar, sobre todo en la juventud los amigos juegan un papel trascendental en nuestra percepción del mundo. Son agentes de experimentación, donde aprendemos a relacionarnos fuera de nuestro círculo familiar, con ellos aprendemos a ser independientes y sociables. Su falta es una señal de que algo no funciona en la vida de una persona. Pero como veíamos la semana pasada, las relaciones son algo vivo y la amistad es algo que necesitamos cuidar para que de fruto.
“Dijo David: ¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia por amor de Jonatán?
(2 S. 9:1)
David y Jonatán se nos muestra como el sempiterno ejemplo de la amistad en la Biblia. Una amistad que perdura por encima de la muerte de estos. David y Jonatán se conocen por casualidad, porque Saúl no quiere dejar ir a casa a ese héroe nacional en que se ha convertido David tras matar a Goliat (1 S. 18). Pero no fue una amistad fácil, pocas lo son cuando te quiere matar el padre de tu amigo. Estos dos guerreros supieron esforzarse por tener una relación de amistad sana que fuera de bendición para los dos por encima de un rey esquizofrénico. Su historia nos enseña algunos principios que nos pueden ayudar a fortalecer nuestra amistad.
- No esconder los sentimientos (1 S. 18:3): Se aman y lo comparten mutuamente. Este texto no quiere mostrar otra cosa que un amor fraternal más propio de hermanos que de amigos. No se puede amar en secreto y si queremos que una relación de amistad sincera dure no debemos avergonzarnos de decir de vez en cuando que queremos a nuestros amigos. Vivimos en una sociedad donde el amor está sobresexualizado y parece que único tipo de amor que se puede dar es el de la familia y la pareja, no hay hueco para otro tipo de amor. Pero no tendremos amistades sinceras sin un amor que se muestra.
- Pensar en el otro antes que en uno mismo (1 S. 19:4-5): Los celos llevan a Saúl a querer matar a David. Jonatán está entre la espada y la pared, entre ponerse del lado de su padre y rey de Israel o la de su amigo. En este momento trascendental el pensar en uno mismo podría hacer que Jonatán se pusiera del lado de su padre, en el fondo matar a David le asentaría a él como futuro rey de Israel, a Jonatán le convenía. Pero ante la injustificada persecución de su Padre Jonatán no se esconde sino que defiende en lo que puede a su amigo. Una amistad sana se muestra en el amor cristiano, anteponer las necesidades de otros antes que las nuestras.
- Llorar juntos (1 S. 20:41): No es el echo de llorar lo que importa sino lo dispuesto que están a abrir sus corazones para que salga lo que en ellos hay. David y Jonatán no tenían una relación banal donde hablaban sobre los últimos cotilleos del reino, sino que tenían una relación sincera y madura donde dos hombres adultos podía abrir su corazón hasta llorar cuando lo necesitan. La superficialidad no es más que una carcasa, una capa externa que nos permite defendernos de que los demás vean nuestra verdadera realidad. La verdadera amistad no se esconde detrás de una imagen de cómo queremos que nos vean sino que muestra lo que verdaderamente somos, porque sabe que se abre ante una persona que nos ama y que nos cuidará.
- Una amistad que no se olvida (2 Sam. 9:1): Jonatán muere en Gilboa con su familia, pero su amistad vive con David y cuando éste logra asentarse en el trono hace memoria de su amigo e intenta ayudar a uno de sus hijos. No es la necesidad de Mefi-boset, ni el gusto por hacer un bien a un necesitado sino el amor por su amigo. Puede que su relación personal ya no exista, pero su amor por él vive por encima de que puedan estar juntos o no.
La amistad de David y Jonatán brilla en la Biblia como una de las historias más bonitas. Su belleza no radica en la facilidad o la falta de problemas sino en como dos aguerridos guerreros fueron capaces de mantener una amistad fiel en mitad de cualquier dificultad.
David y Jonatán es el ejemplo de cómo mantener viva una amistad a pesar de la más oscura de las tormentas.
Relaciones sanas.
Empezamos hoy con una serie sobre la amistad y las relaciones en la adolescencia que he escrito para Protestante Digital podéis seguir la serie aquí.
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” Gn. 1:26
Phoebe es sin duda el personaje más peculiar de la serie televisiva de finales de los 90’s Friends. Ella es una chica medio hippie que se crió en la calle, vive de dar masajes, tiene un taxi y da conciertos en la cafetería Central Perk sobre gatos apestosos. En muchos aspectos no encaja con sus otros cinco inseparables amigos. En la sexta temporada, cuando Rachel se traslada a vivir con Phoebe el personaje interpretado por Jennifer Aniston decide comprar una mesa que imita a una vieja mesa de boticario de una tienda llamada La Mula Coja, ante lo que Phoebe se opone, porque odia los muebles fabricados en serie y todo lo que no tiene una historia que de sentido al mueble.
Phoebe no le da tanta importancia a la belleza del mueble o a su utilidad, sino que para ella premia la mano del autor que pensó en aquel mueble como una pieza única, no como una cadena de montaje, y que indefectiblemente llevara la propia esencia de su creador.
De la misma forma Génesis nos muestra que los seres humanos no somos productos creado en serie, somos artesanía con esencia de nuestro creador. Somos hechos a imagen y semejanza de un Dios en tres personas. Esto significa que Dios no sólo nos creo sino que nos ha dado un regalo por encima de la existencia que es compartir características con Él, claro que de una forma limitada debido a nuestra propia naturaleza y desde Génesis 3 con una lacra que nos hemos buscado y que ha distorsionado este regalo.
El amor, la misericordia, la justicia, la defensa del más débil son elementos que Dios posee y que nosotros hemos recibido. Este Dios es también un ser que existe eternamente en tres personas. Lo que nos muestra otra de sus características Dios es un ser relacional, no es un ser solitario, estas personas tienen una relación perfecta entre sí. Aunque son el mismo Ser esto no impide que exista una relación entre cada una de las personas. Jesús mismo dice que Él tiene una relación de amor con su Padre que se manifiesta en la obediencia (Jn. 14:31), relación de amor que es recíproca cuando su Padre muestra Su amor dándole gloria a su hijo (Jn. 17:24). Esta relación es plena y convierte a Dios en un ser eternamente feliz, porque no hay mayor felicidad que amar y se amado de manera perfecta.
Los seres humanos hemos heredado también esta manera de conectar con otros iguales y de relacionarnos con ellos hasta el punto de que las relaciones son la base primordial de cualquier colectivo humano.
Las relaciones abarcan toda nuestra existencia, desde nuestros primeros años y la familia, pasando por los amigos de la infancia, los compañeros del instituto y universidad, en la iglesia hasta llegar a completar el círculo con la nueva familia que decidimos formar. Marcan nuestra vida y la definen, para bien y para mal. Son causa de traumas y de inseguridades, de triunfos y de metas alcanzadas.
En la serie de seis artículos, que empezamos en el día de hoy, hablaremos acerca de las relaciones en la vida de los jóvenes, sobre todo centradas en la amistad que establecemos entre gente de nuestra edad, sobre la importancia de fundamentarlas bien, de tomar buenas decisiones, de elegir a los que nos rodean y de la responsabilidad que conlleva la amistad. Porque algo tan maravilloso como considerarse amigo es un “gran poder que conlleva una gran responsabilidad”.
“En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad.” Fil. 4:10
Pablo le escribe a los Filipenses para agradecerles una ofrenda en un momento duro de su vida, Pablo está preso en Roma y Roma no alimenta a sus presos. Pablo no da las gracias por el dinero, sino que agradece que la iglesia de Filipos reviva su relación con Él. Pablo sabe que la amistad es algo que hay que cuidar, requiere tiempo, esfuerzo y ahora los Filipenses usan de un esfuerzo muy grande, pues eran una iglesia pobre, para que esa relación volviera a la vida, fuese una relación sana. Las relaciones sanas son aquellas en las cuales todos los que participan de ellas se involucran en su crecimiento y mantenimiento siendo partícipes de la bendición que producen.
Las relaciones llenan toda nuestra vida. Sea cual sea la relación bien de amistad, pareja, profesional o familiar es un ser vivo que debemos cuidar. Y no siempre lo hacemos, en los últimos años en las iglesias se han dedicado muchos esfuerzos a trabajar con los matrimonios, pero tengo la sensación que lo hacemos tras el terremoto que causa un divorcio en una congregación, en la nuestra o en una vecina. Se hacen reuniones específicas, charlas, se traen a expertos, etc. En las iglesias solemos ir al remolque de la realidad, cuanto esta nos estalla en la cara actuamos.
Por el contrario no solemos trabajar entre los jóvenes la necesidad de cuidar de sus amistades. Nos esforzamos por crear actividades para que estén juntos como si meterlos dos horas en la misma sala fuera una pócima mágica. Realmente existe una necesidad de trabajo con personas sobre este tema. Pensar que una relación va a ser sana solo por estar en un mismo sitio al mismo tiempo es como si dejamos una semilla encima de la tierra y esperamos que de ahí nos salga un bonito manzano que nos de un rico fruto sin hacer ningún otro tipo de cuidado sobre el nuevo árbol. Hace falta trabajo, mancharse las manos, tener inteligencia, para al final lograr un objetivo, desarrollar relaciones sanas.
El apóstol Pablo lo sabe porque eso a pesar de encontrarse encerrado a cientos de kilómetros es capaz de esforzarse por escribir una carta cono Filipenses para una iglesia herida, porque la amistad cuesta. Pablo aparta el sufrimiento propio para curar el de sus amigos.
Los filipenses lo saben por eso se acuerdan del fundador de la iglesia cuando todo el mundo le había dado la espalda. Una iglesia presionada, con disputas entre sus miembros y en un estado de pobreza es capaz de esforzarse para enviar una ofrenda a un sentenciado por el Imperio, para que no se muera de hambre.
Como resultado de este esfuerzo y compromiso mutuo ambos logran ser de bendición, porque la amistad sana puesta en práctica es bendición en acción.
La pregunta que surge ahora es ¿Estamos dispuestos?
Una relación personal.
Cuando definimos una relación personal, una relación entre dos personas, algunas palabras nos vienen de inmediato a la mente: confidencialidad, intereses mutuos, amor, tiempo juntos, conversaciones, etc.
Pero cuando pensamos en nuestra relación con Dios muchas veces no usamos estos términos para definirla. Quizás porque no es alguien a quien podamos ver, tocar, o mirar a los ojos mientras hablamos con él. Pero la verdad es que si vamos a la Biblia podemos ver claramente que el interés que Dios tiene en buscar una relación personal con nosotros.
“Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?” Gn 3:8-9
En el huerto del Edén la Biblia nos dice que Dios andaba y era oíble por Adán y Eva. Había una relación directa entre esas personas porque Dios llamaba al hombre había una comunicación fluida. Por eso Dios se extraña cuando el hombre se esconde, porque lo normal era que él lo llamase y la primera pareja respondiese.
Esto ocurrió al principio de la existencia humana por eso podemos decir que una de las razones de nuestra existencia sobre la tierra es tener una relación personal con Dios.
Pero hubo algo que rompió esta relación cara a cara que Adán y Eva tenían con Dios. Esto fue el pecado, el pecado hizo de los seres humanos se escondieran de su creador, por la vergüenza de estar desnudos. Pero Dios no se quedó de brazos cruzados.
“Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.” Is. 43:1
A pesar del rechazo del hombre, Dios reclama su derecho de creador sobre nosotros, somos suyos, el es nuestro Señor. Él nos creo (v. 1), él nos cuida (v. 2) y está dispuesto a todo por nosotros (v. 3).
En muchas ocasiones podemos pensar en Dios como un ser lejano que está en el cielo rodeado de ángeles que le sirven constantemente, sin preocuparse por lo que pasa aquí abajo. O como una persona mayor enfadada, rencorosa por la desobediencia de su pueblo. Pero este texto nos lo presenta como un padre desesperado que está buscando el amor de su pueblo. Dios es una persona que nos busca, no nos odia, ni nos ignora, nos quiere y quiere estar con nosotros.
¿Pero como podemos tener una relación con él, si él es Dios todo poderoso? Dios no puede entendernos ni comprendernos.
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.” Hb. 4:15
Jesús no sólo nos entiende porque es Dios y lo sabe todo, no sólo tiene un conocimiento intelectual de nuestra situación sino que tiene también un conocimiento experimental. Dios nos entiende cuando somos tentados porque él también lo fue. Dios nos entiende cuando amamos porque él también amó. Dios nos entiende cuando lloramos porque él también lloró.
¿Cómo es esta relación?
“Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.” Jn. 15:14-15
La palabra que usa Jesús no es siervos sino amigos. Dios nos llama sus amigos. Pero la condición está clara “… si hacéis lo que yo os mando…” suena a chantaje pero es real. Sólo podemos tener una relación personal con Dios, cercana y amigable si obedecemos sus palabras, si seguimos sus mandamientos. Si oramos, leemos la Biblia, si tenemos comunión los unos con los otros, si seguimos su estilo de vida.
Esto es una maravilla, tener un Dios que se molesta en buscarnos, que nos ama y nos entiende. Debe hacernos reflexionar en lo más importante de la parte que menos nos gusta “hacer lo que él dice”. Porque es la única manera de tener una relación personal con Dios.