Hace unas semanas empezamos un estudio sobre las bienaventuranzas en Mateo en el capítulo 5.  Donde vimos las cuatro primeras de ellas.

En capítulo 5 empezaba con la descripción de cómo son las personas que pertenecen al reino de Dios. Llegábamos a la conclusión de que no eran una lista de tipos de personas, no hay 8 grupos de personas aquí nombradas sino que son actitudes que todos deberíamos desarrollar en nuestra vida.

Jesús inicia entonces un discurso con los preciosos dichos que han llenado de consuelo y aliento a los angustiados a través de los siglos. El cual empieza con este enfático “Bienaventurados”. No se puede cuestionar el marcado énfasis de esta palabra que viendo sus usos en el A.T. como en el Sal. 32:1 podemos entender como un llamado a gozarse en Dios a través de una experiencia humana. En el salmo de David el bienaventurado era el que experimentaba su transgresión perdonada, su pecado cubierto. Aquí lo será el que en mitad de un mundo pecador que va en dirección opuesta decide actuar según los parámetros de un reino que no es de este mundo.

A partir del versículo 7 vamos a estudiar las cuatro últimas bienaventuranzas.

Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia (v. 7): Ahora Jesús nombra a los misericordiosos. Misericordia es compasión de aquellos que tienen una necesidad, aunque no lo sepan. Jesús es el ejemplo de esta misericordia Mt. 9:36Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”. Estas personas puede ser que nunca hubieran pensado que estaban desamparadas, algunas de ellas como el joven rico estaban muy seguros de estar amparados ante el futuro. Pero Jesús ve su realidad espiritual y siente compasión de ellas.

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 Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia

Misericordia implica una parte de conocimiento y otra de acción. Como estudiamos con Jesús en la última cena. Los misericordiosos ven la necesidad existente, tienen compasión de las personas y suplen, dentro de sus capacidades, las necesidades de estas personas. Jesús tenía compasión de las personas, tenía misericordia de ellas por eso, las alimentaba, les enseñaba, las corregía y también las salvó.

Jesús dice de estas personas misericordiosas que será bienaventuradas porque ellos recibirán la misma misericordia. Se está refiriendo a Mt. 25:34-36Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” Llegará el día que Jesús juzgue todas las cosas en la vida de los seres humanos, que tengamos que rendir cuentas ante nuestro Dios. Y se nos dice aquí que estas personas, representadas por las ovejas Jesús les abre la entrada en el reino preparado para vosotros por la misericordia que mostraron a aquellos que lo necesitaban. En cambio a los cabritos los manda al fuego eterno debido a que no mostraron esta misericordia.

Esto puede parecernos que es una entrega de premios a los méritos que ha realizado cada uno en esta vida. Pero realmente Jesús está constatando una realidad en la vida de los seres humanos. Aquellos que han sido salvos, que han disfrutado de esta misericordia de Dios en sus vidas deben desarrollar misericordia en sus vidas hacia los que les rodean. Es marca diferencial de aquellos que pertenecen a Dios. Recibiste misericordia, debes ser misericordioso. Y de nuevo aparece aquí esta dualidad de ver la necesidad y actuar “tuve… y me disteis” la misericordia es práctica, no puede haber misericordia teórica, no nos podemos quedar en sentir pena o compasión, para que haya misericordia en necesario que actuemos.

Además es una misericordia que no espera nada a cambio. Estas ovejas cuando le daban de comer o beber a los necesitados no pensaban en Jesús, se extrañan porque no asocian aquella misericordia a lo que ahora reciben. La misericordia se hace pensando en aquel a que ayudamos.

Entonces estas personas que han disfrutado de la misericordia de Dios usan esa misericordia con los que les rodean y reciben misericordia el día del juicio.

Bienaventurados los de limpio corazón porque ellos verán a Dios (v. 8): Este sexto grupo de bienaventurados tienen la promesa de ver a Dios. La condición parece imposible porque es necesario para ellos que sean limpios de corazón. Alejados del pecado. Esta es una referencia a Sal. 24:1-6¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo?

El limpio de manos y puro de corazón” las manos es con lo hacemos las cosas denotan nuestras acciones y el “puro de corazón” muestran sus intenciones, las cuales no son pecaminosas sino sinceras. David lo apuntilla diciendo “el que no ha elevado su alma a cosas vanas” (v. 4) el que no lo ha entregado al pecado. Elevar es la idea de ofrendar de presentar algo a alguien estas personas no han presentado sus vidas a cosas sino que se la ofrecen a Dios.

Nadie puede ser limpio de corazón excepto aquella personas que ha sido lavada del pecado. Jesús se lo dice a Pedro “sino no tendrás parte conmigo” (Jn. 13:8) Jesús lava los pies a los Doce pero habla de la cruz. La única manera de tener comunión con Cristo es a través de ser limpios por su sangre. Cuando tenemos esta comunión con él es ahí cuando podemos ver a Dios ¿cómo? “el que me ha visto a mí ha visto al padre” (Jn. 14:9).

Levítico es un libro que nos muestra, entre otras cosas, todo lo que el sumo sacerdote tenía que hacer para poder entrar en la presencia misma de Dios, en el lugar santísimo. Debía ofrecer sacrificios por sí mismo antes de poder ofrecer sacrificios por el pueblo. No podía entrar con pecado en aquí lugar bajo pena de muerte, que es lo que le ocurren a los hijos de Aarón Lv. 10:1 ¿Por qué?  Porque la santidad de Dios así lo exige. Dios es santo, apartado del pecado y la única manera de acercarse a él es a través de vidas limpias.

Con las muerte de Cristo el velo del templo se rasgó permitiendo la entrada en este lugar ya no a través de un sacerdote humano pecador Hb. 4:15 sino a través de un sumo sacerdote compasivo. El velo del templo se rasgó y nos permite la entrada pero la santidad de Dios no ha cambiado. El Dios santo que moraba en el lugar santísimo sigue siendo igual de santo y es necesario presentarse con esa santidad en nuestras vidas.

Bienaventurados los pacificadores porque ellos serán llamados hijos de Dios (v. 9): Pacificadores significa los que buscan la paz. Este sigue siendo una virtud humana buscada hoy en día [Ilustración: Mediadores]. Pero si cogemos esta lista de bienaventuranzas vemos que todas ellas están relacionadas con Dios. Los pobres de espíritu ven su necesidad ante Dios, los mansos buscan obedecer la voluntad de Dios, los misericordiosos reciben la misericordia de Dios, etc…

Así que cuando hablamos de pacificadores no nos referimos a seres humanos que ponen paz entre seres humanos. Personas que intermedian entre conflictos humanos. Sino que nos referimos a personas que median en el conflicto más antiguo que conoce el ser humano entre el Santo y Justo Dios contra el culpable pecador Ro. 5:6-11 Pablo explica que como pecadores somos por naturaleza enemigos de Dios. Dios nos trata como culpables pendientes de condena. Pero Dios ha amado al mundo pecador Jn. 3:16  y no quiere que seamos castigados eternamente por nuestro pecado por lo cual envía a su hijo a morir por nosotros en la cruz.

Los que somos salvos por Cristo no sólo nos convertimos en miembros de este reino sino que ahora se nos encarga el ministerio de anunciar a otros la salvación de Dios 2 Cor. 5:16-21somos embajadores” somos representantes de Dios que claman “reconciliaos con Dios” arrepentíos y volvamos a Dios para que haya paz con él. Porque cuando alguien se arrepiente y se reconcilia con Dios es lo que obtiene, paz con Dios.

Cuando anunciamos el evangelio, lo que somos es pacificadores. Anunciadores de la paz que Dios ofrece al mundo a través de Cristo. Cuando esto ocurre Jesús dice que quedamos retratados, como hijos de Dios.

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos (v. 10-12): La última bienaventuranza pertenece a un grupo que no puede elegir. Aquellos los cuales son perseguidos. El v. 10 nos explica la bienaventuranza y el v. 11 nos explica cómo afrontarla, cuál debe ser nuestra actitud ante ella.

Jesús primero explicar que seres bienaventurados cuando seamos perseguidos. La razón de ellos es que el reino de Dios nos pertenece. Pero Jesús matiza, algo que no ha hecho con las otras bienaventuranzas. El resto de la bienaventuranzas ocurren siempre que cumplamos la condición en este caso la bienaventuranza ocurre cuando somos perseguidos por algo en concreto, por la justicia de Dios. En el mundo en que vivimos hay muchos mártires, muchas personas que mueren por sus ideales, por pertenecer a grupos perseguidos. Pero el mero hecho de que seas atacado por tus ideales no convierten a estos en verdaderos, porque tu causa sea perseguida no la convierte en justa. Sólo cuanto somos perseguidos, atacados por la causa de Dios es cuando seremos bienaventurados.

Jn. 15:18-19 No somos del mundo” Jesús explica que cuando él se vaya sufriremos persecución en el mundo en que vivimos de la misma manera que Él sufrió persecución. Jesús es directo en este sentido. Os aborrecerán igual que lo han hecho conmigo. El mundo nos despreciará no porque nos odie a nosotros no porque nos considere una amenaza sino por nuestra unión con Cristo.

Es en ese momento donde podemos sentirnos bienaventurados porque el reino de Dios nos pertenece porque pertenece a Cristo. Ser perseguido ser rechazado del mundo es una señal de pertenencia a Cristo. Los profetas fueron perseguido en el A.T. los Apóstoles perseguidos en el N.T. nosotros seremos perseguidos de la misma manera.

En el v. 11 nos explica un poco más detenidamente como será esta persecución “nos vituperarán” seremos insultados por causa del evangelio. “Perseguirán” y la palabra perseguir significa buscar con intención de hacer daño. “Hablarán toda clase de males contra vosotros mintiendo” como no hay nada de que acusarnos tendrán que mentir para señalarnos. Cuanto todo esto ocurra y ocurrió, ocurre y ocurrirá debemos estar gozosos. Debemos no perder el gozo. Porque nuestro gozo no está en cómo nos traten los demás sino en que pertenecemos a Cristo.

Estas son las segundas cuatro bienaventuranzas. Son los valores del lugar donde pertenecemos, de ese reino del cual decimos formar parte. De ese reino el cual esperamos su manifestación futura. Los domingos tomamos del pan y del vino para recordar, recordamos un pasado en Gólgota pero también recordamos una promesa que él volverá para traernos el reino de los cielos, para consolar a los que lloran para saciar a los que tienen hambre y sed de Su justicia. Para traer misericordia, para mostrarnos a Dios y llamarnos hijos de Dios.

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